Las pláticas de paz entre israelíes y palestinos que inician en Jerusalén están rodeadas de suposiciones que merecen un análisis cuidadoso.
Una hipótesis predominante es que hay dos opciones: ya sea que se llegue a un acuerdo entre dos Estados, o que haya "un cambio hacia el inevitable resultado de una de las realidades persistentes: un Estado 'desde el océano hasta el río'", resultado que significa "una existencial e inmediata amenaza hacia la eliminación de la identidad de Israel como Estado judío y democrático" a causa de lo que ha sido denominado como "un problema demográfico": una futura mayoría palestina en un Estado único.
Esta es la particular formulación del ex Shin Bet israelí (exdirector de la agencia de seguridad de Israel), Yuval Diskin, pero las suposiciones básicas son casi universales en la discusión y el estudio de la política. Sin embargo, están crucialmente incompletas. Existe una tercera opción, la más realista: Israel seguirá adelante con sus actuales políticas con el apoyo económico, militar y diplomático absoluto de Estados Unidos, aunque esté salpicado de algunas frases suaves de desaprobación.
Las políticas son bastante claras. Sus raíces están sustentadas en la guerra de 1967 y las han seguido con una dedicación particular desde los Acuerdos de Oslo de septiembre de 1993.
En los Acuerdos determinaron que Gaza y la Ribera Occidental eran una entidad territorial indivisible. Israel y Estados Unidos actuaron de inmediato para separarlas, lo que significa que si los palestinos obtuvieran autonomía alguna, carecerán de acceso directo al mundo exterior.
Estados Unidos e Israel han impuesto restricciones cruciales en el 'proceso de paz' con los palestinos (Getty Images/Archivo).
El segundo paso fue crear una vasta y amplia Jerusalén, incorporada al interior de Israel como su capital. Esta medida fue una violación directa a las órdenes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y es un fuerte golpe a cualquier esperanza de dar viabilidad a una entidad palestina. En el corredor que se ubica al este de la nueva zona metropolitana de Jerusalén se encuentra la ciudad de colonos de Ma'aleh Adumim, fundada en la década de 1970, pero construida principalmente después de los Acuerdos de Oslo y que virtualmente divide en dos a la Ribera Occidental.
Los pasajes que comunican con el norte, en los que están incluidas otras ciudades de colonos, dividen lo que quedará bajo cierto control palestino: los Bantustans, nombrados así por uno de los principales arquitectos de la política, Ariel Sharon, quien hace referencia al territorio destinado para los sudafricanos negros durante la era del apartheid.
Mientras tanto, Israel incorpora a su territorio el "muro de separación" que cruza por la Ribera Occidental y toma tierras cultivables, recursos hídricos y aldeas palestinas.
En estas tierras están asentados los bloques que "aún pertenecerán a Israel en cualquier acuerdo de paz futuro", como declaró el vocero del gobierno israelí, Mark Regev, cuando fueron anunciadas las negociaciones actuales.
La Corte Internacional de Justicia dictaminó que todo esto es ilegal a la par de que el Consejo de Seguridad de la ONU determinó que los asentamientos son ilícitos. Estados Unidos aceptó junto con todo el mundo la conclusión durante los primeros años de la ocupación. Sin embargo, durante el gobierno de Ronald Reagan, la postura cambió a "nocivo para la paz" y Barack Obama la debilitó aún más al llamarla "no útil para la paz".
Israel también ha desplazado a los palestinos en el valle del Jordán al mismo tiempo que funda asentamientos judíos, perfora pozos y se prepara en varios aspectos para una final integración de la región a territorio israelí.
Eso culminará el aislamiento de cualquier entidad palestina en la Ribera Occidental. Mientras tanto, los enormes proyectos de infraestructura realizados a lo largo de esa región, que excluye a los palestinos, sirven para mantener la integración a Israel y probablemente una futura anexión.
Las regiones que Israel ha adquirido, estarán virtualmente libres de árabes. No habrá un nuevo "problema demográfico", ni una lucha por los derechos civiles o por la segregación, contrario a lo que muchos defensores de los derechos de los palestinos esperan de un Estado único.
Sin embargo, las dudas persisten. La más notable es que antes de Obama, los presidentes de Estados Unidos habían impedido que Israel construyera asentamientos en la región E1 —una controvertida zona de la Ribera Occidental que Israel espera desarrollar—, lo que culminaría con la separación de la zona metropolitana de Israel, una zona controlada por los palestinos. Aún no se sabe qué sucederá aquí.
Cuando iniciaron las negociaciones, Israel dejó en claro sus intenciones al anunciar nuevas construcciones en la zona este de Jerusalén y en asentamientos aislados, además de la extensión de su "lista de prioridades nacionales" para aquellos que reciben subsidios especiales con el fin de impulsar la construcción y dar estímulos a los colonos judíos.
Obama expuso sus pretensiones al designar como negociador en jefe a Martin Indyk, quien tiene experiencia en los grupos de presión política de Israel y es cercano al negociador y asesor presidencial, Dennis Ross, quien se guía por el principio de que Israel tiene "necesidades" que superan las simples carencias de los palestinos.
Estos sucesos ponen de relieve una segunda suposición común: que los palestinos han obstaculizado el proceso de paz al imponer precondiciones. En realidad, Estados Unidos e Israel imponen reestricciones cruciales. Una de ellas es que el proceso debe quedar en manos de Estados Unidos, participante activo en el conflicto y partidario de Israel, y no un "intermediario honesto".
Una segunda precondición sería permitir que continúen las actividades en los asentamientos israelíes ilegales. Hay un abrumador acuerdo internacional que apoya el establecimiento de una frontera internacionalmente reconocida entre los dos Estados que tal vez requiera de "ajustes menores mutuos" a esta línea del cese al fuego que data de 1949, según las palabras de algo que sucedió mucho antes que la política estadounidense. En el consenso participan los Estados árabes y la Organización de Estados Islámicos (incluido Irán). Estados Unidos e Israel han bloqueado esta propuesta desde 1976, cuando EU vetó una resolución al respecto, presentada por Egipto, Jordania y Siria.
Los rechazos continúan hasta ahora. El más reciente provino de Washington a una resolución del Consejo de Seguridad en febrero de 2011, con respecto al territorio palestino. En ella proponían la implementación de una política oficial estadounidense que pusiera fin a la expansión de los asentamientos ilegales de Israel. Además, el historial de vetos trasciende al Consejo de Seguridad.
También confunde el asunto de si el agresivo primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, aceptaría a un "Estado palestino". De hecho, su gobierno fue el primero en favorecer esta posibilidad cuando asumió el poder en 1996, después de que Yitzhak Rabin y Shimon Peres rechazaran esta solución. El socio de Netanyahu, David Bar Illan, explicó que dejarían algunas zonas para los palestinos, y si quisieran llamarse "Estado", Israel no se opondría, como tampoco lo haría si quisieran llamarse "pollo frito".
Su respuesta refleja la actitud que predomina en la coalición entre Estados Unidos e Israel ante los derechos de los palestinos.
En la región hay gran escepticismo ante el renacimiento del "proceso de paz" orquestado por Washington. No es difícil entender por qué.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Noam Chomsky.
Nota del editor: Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Algunos de sus libros más recientes son: Hegemony or Survival, Failed States, Power Systems, Occupy y Hopes and Prospects. Su sitio web es: www.chomsky.info
Fuente: http://palestinalibre.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario