miércoles, 14 de agosto de 2013

Los chicos de Hares pueden pasar el resto de sus vidas en la cárcel

María Landi

“Imagínese que usted está confinado a un pequeño pedazo de tierra, teniendo a la vista un territorio mucho más extenso, que no puede tocar. Su casa está en un campo de refugiados, rodeado de elegantes conjuntos de viviendas construidas por y para los extranjeros que se apoderaron de su territorio sin previo aviso ni permiso.
Los intrusos, asentados sobre colinas que les permiten espiar hacia su casa, están protegidos por uno de los ejércitos más poderosos del mundo, pues sus tanques, misiles y helicópteros le son suministrados por el mayor poder militar del planeta. Y los soldados restringen fuertemente sus movimientos dentro de su propio territorio.
También someten a su familia a revisaciones aleatorias en los puestos militares ubicados a lo largo de la carretera, en los que ustedes se ven obligados a presentar sus documentos y, a veces, a desvestirse y quedar en ropa interior. Por la noche, sin previo aviso, los soldados pueden entrar a su casa y arrestar a sus hijos en edad escolar. De hecho, lo hacen a menudo.
Una vez que finalmente usted averigua adónde los llevaron, puede que tengan que enfrentar cargos o no. Si no son procesados, los tribunales militares pueden mantenerlos detenidos indefinidamente. Si son incriminados, las posibilidades de que sean declarados inocentes son de 1 en 400.
Imagine que usted vive en tal lugar, en una tierra que durante mucho tiempo había soñado que algún día sería un país soberano, pero que ahora está fragmentada en numerosos pequeños enclaves que lo mantienen confinado. ¿Qué haría usted?
Y si decide resistir, ¿cómo lo haría?”
Sandy Tolan: The system in place (Al Jazeera, 8/4/13. Traducción mía)

Ariel (foto: Keren Manor, Activestills.org)


El contexto: a la sombra de Ariel

Durante el mes de marzo, como parte del equipo de International Women’s Peace Service(IWPS), estuve viviendo en Salfit, una región (distrito o provincia) de Palestina que no conocía. Salfit está en Cisjordania, casi a la misma altura de Nablus pero hacia el oeste, muy cerca de la Línea Verde. Es una región de paisajes montañosos y deslumbrantes; el verde de Salfit revela por sí solo lo que los israelíes descubrieron hace mucho tiempo: allí están las tierras más fértiles y la mayor abundancia de agua. No es de extrañar, pues, que en Salfit esté ubicado Ariel, el bloque de colonias judías ilegales más grande de toda Palestina (junto con el anillo que rodea a Jerusalén).
La presencia de Ariel y las colonias vecinas (Revava, Qiryat Netafim y Barqan) trastornó toda la vida palestina de la región donde se implantó, en 1978. La población de Salfit perdió gran cantidad de tierras que fueron confiscadas por el Estado sionista para construir las colonias ilegales y su área municipal. Y junto con ellas vinieron las medidas “de seguridad” que siempre van asociadas a las colonias: barrera de separación, carreteras y líneas de transporte público de uso exclusivo de los colonos, presencia permanente del ejército isaelí, restricciones y obstáculos a la libertad de movimiento palestino, etc.

Mapa del largo rodeo que deben hacer las aldeas palestinas al norte de Ariel para llegar a la capital del distrito (B’Tselem).

Ariel es mucho más que una aglomeración de conjuntos residenciales exclusivos para población judía: es una ciudad de más de 17.000 habitantes, con todos los servicios e infraestructuras del primer mundo (incluyendo una universidad que fue reconocida oficialmente como institución terciaria, a pesar de estar ubicada en territorio ocupado), y lo que es peor: con numerosas instalaciones industriales, como el área industrial de Barkan.
Ariel se estableció en el corazón de Salfit, de manera que bloquea el desarrollo urbano de la capital del distrito y sus alrededores. La barrera de separación construida en torno a Ariel ha creado una brecha que separa a siete pueblos palestinos: Hares, Kifr Hares, Qira, Marda, Jamma’in, Zeita-Jamma’in y Deir Istiya (donde en total viven unos 25.000 palestinos y palestinas) de la capital del distrito, Salfit (10.000 habitantes), de la cual los pueblos reciben una variedad de servicios.
En 2000 Israel bloqueó a los palestinos la entrada a Salfit desde el norte por un ramal de la carretera Trans-Samaria, que también sirve como la principal vía de acceso a Ariel. Como resultado, los pobladores de las aldeas mencionadas, que antes podían llegar a Salfit capital en 5 minutos, ahora deben recorrer un largo camino, a través del empalme de Zatara y de los pueblos Yasuf e Iskaka, que toma de 30 a 40 minutos, a veces más. Desde abril de 2012, el ejército permite el paso de transporte público y ambulancias palestinas.

Colonos, soldados y autobús sólo para israelíes en el cruce de Zatara (M. Landi)
Tanto los inmensos conjuntos residenciales como las áreas industriales vierten sus desechos tóxicos sobre las áreas agrícolas y residenciales palestinas. Innumerables pueblos y aldeas sufren la contaminación de su tierra y su agua (las pocas que les van quedando frente a la imparable apropiación de ambas) por parte de las colonias israelíes ilegales. 
Viajar por las carreteras de Salfit genera una angustia insoportable por el contraste entre la belleza del paisaje que deja sin aliento –sobre todo en época de primavera- y las omnipresentes construcciones israelíes, de todo tipo y tamaño –residenciales, comerciales, industriales-, ultrajando esa tierra generosa.



Viviendas de la colonia Revava. En primer plano, coche y casas palestinas de Hares. (M. Landi)

Hares en la mira

El pueblo de Hares (3.500 habitantes) tiene una ubicación estratégica porque está a pocos kilómetros de la carretera 60 (que atraviesa Cisjordania de norte a sur) y sobre la carretera 5, que une de este a oeste las colonias judías ilegales con Tel Aviv. Controlar esa ruta es vital para las fuerzas de ocupación, pues supone una vía de escape rápida, directa y segura. Y también es vital para bloquear el tránsito y la comunicación entre las poblaciones palestinas de la región. Es por eso que Hares tiene una dolorosa historia de represión, hostigamiento y persecución (con particular dureza, durante la 2ª intifada). Fue en respuesta al pedido de la población local de que hubiera presencia internacional que IWPS se estableció en Hares en 2002.
Al día siguiente de llegar a Deir Istiya (adonde IWPS se mudó desde 2010), la primera salida con mis compañeras fue a Hares, donde el equipo conserva muy buenas amistadas. Y la primera familia que visitamos fue la de Abu y Um Fadi Shamlawi.



Um Fadi es una vieja y querida amiga del equipo de IWPS. Nos esperaba en su modesto hogar; nos sirvió té y una torta (bizcocho/queque/pastel) que había preparado para nosotras. Nos puso al día de las novedades de la familia, y nos contó con pesar que su hijo mayor había tenido que abandonar los estudios de medicina en Cairo porque no podían seguir pagándolos. La Shamlawi es una familia que -como la mayoría en Palestina- tiene bajos recursos y se las ve muy difícil para criar y educar a varios hijos. A pesar de esa noticia, la visita fue cálida, serena y muy disfrutable. Para una de mis compañeras, era un emocionado reencuentro después de tres años. Abu Fadi, además, es un hombre con un sutilísimo sentido del humor, ocurrente y lleno de vida.


Abu Fadi mostrando sus paneles solares destruidos por los colonos de Revava (M. Landi)

20 adolescentes arrestados en 3 semanas

El siguiente encuentro con la familia Shamlawi fue muy diferente. Un par de semanas después, recibimos una llamada en la mañana del 15 de marzo: era otro de nuestros viejos amigos en Hares para decirnos que el ejército israelí había incursionado en el pueblo en la madrugada para arrestar a varios adolescentes. Entre ellos, Ali, el hijo mejor de Um Fadi, de 16 años.
Cuando llegamos a su casa, Um Fadi y Abu Fadi tenían en sus ojos la angustia que conocemos tan bien en las familias palestinas: ¿quién no ha sufrido la detención de sus familiares, la cárcel prolongada de los adultos, la arbitraria e interminable sucesión de arrestos por tirar piedras que los niños palestinos sufren a partir de los 10 años (y a veces antes)?


Um Fadi en el dormitorio de su hijo Ali, ahora vacío (IWPS).

No fue el único arresto de chicos esos días en Hares: entre el 15 de marzo y el 9 de abril hubo más incursiones del ejército de ocupación, y la cantidad de adolescentes arrestados (de entre 15 y 17 años) llegó a ser más de 20. Nosotras estuvimos recogiendo testimonios y visitando a las familias durante esos meses. Compañeras de IWPS, de EAPPI y de ISM estuvieron presentes en un par de audiencias en el tribunal militar de Salem, y también hicieron gestiones con organismos de derechos humanos y de derechos de los niños, tanto palestinos como israelíes. (Ver detalles en Human Rights Reports 447, 448, 450, 451, 452, 458, 461, 465 en la web de IWPS).
La acusación, como siempre, fue arrojar piedras. Esta vez, los chicos están acusados de haber provocado un accidente automovilístico en la carretera 5, donde un auto conducido por una colona ocupante se estrelló contra un camión, dejando a una de sus tres hijas en grave estado. Aunque no hubo testigos del hecho, los medios y las autoridades israelíes se encargaron de convertir a los chicos de Hares en “terroristas sanguinarios” aun antes de que empezara el juicio.


El ejército cerrando la entrada a Hares pocos días después del accidente (M. Landi).


La carretera 5 desde la entrada de Hares (M. Landi)

Con el correr del tiempo, y después de haber transcurrido varias semanas incomunicados en el centro de interrogatorios de Jalame, sin acceso a abogado/a y sin visitas ni comunicación alguna con sus familias (lo cual viola la legislación internacional sobre menores y la misma israelí), la mayoría de los adolescentes fueron siendo liberados, excepto cinco de ellos: Mohammad Suleiman, Ammar Souf, Mohammed Kleib, Tamer Souf y Ali Shamlawi.
El fiscal militar ha acusado a estos cinco adolescentes de 25 “tentativas de homicidio” cada uno (una tentativa por cada piedra supuestamente lanzada) y ha pedido para ellos la pena máxima. El caso todavía está abierto; pero si el juez militar acepta la acusación, los cinco chicos de Hares podrían pasar en la cárcel el resto de sus vidas, o por lo menos varias décadas.
El caso de los Chicos de Hares ilustra dramática y elocuentemente el tratamiento que reciben los palestinos en el sistema penal militar israelí, y en particular los niños menores de 18 años. UNICEF, el Comité de los Derechos del Niño de la ONU, Defensa de los Niños/as Internacional-Palestina, B’Tselem y otras organizaciones han denunciado reiteradamente que Israel viola los derechos humanos y las garantías legales de los palestinos menores de edad detenidos.

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