Cada ciertos años, la comunidad internacional azuza una nueva ronda de negociaciones entre israelíes y palestinos. Los patrocinadores y los medios se encargan de elevar las expectativas de cada proceso hasta el punto de que el fracaso nos apesadumbra hasta el punto de que el pesimismo y el desánimo apunta a un problema supuestamente irresoluble y a una guerra eterna de baja intensidad. Pero lo cierto es que eso dista bastante de la realidad, si Israel no quisiera vulnerar la legalidad internacional y mantener buena parte de las tierras robadas a Palestina (y a Líbano y Siria), el conflicto desaparecería en cuestión de días. A pesar de ello, la carga de la culpa siempre cae del lado palestino, pues son los que son incapaces de aceptar las «dolorosas concesiones» que hace el gobierno judío en aras a lograr la paz, que no son otras que asegurarse en sus manos para siempre buena parte de Palestina y, por supuesto, Jerusalén a pesar de los dictados de la ONU que el estado sionista desprecia una y otra vez a pesar de que le debe a este organismo su propia existencia incluso cuando no estaba facultada para ello.
Esta vez no va a ser diferente, al menos estas son las señales que nos llegan de la zona. Incluso tomando en consideración los cambios producidos en las relaciones y equilibrios internacionales regionales y los objetivos de la renovada corporación Obama de su segunda legislatura. Aunque Qatar esté siendo retirado progresivamente de la escena, aunque Turquía esté dando marcha atrás en sus pretensiones neootomanistas y aunque Egipto esté borrando del mapa a la Hermandad Musulmana, Israel es otra cosa. Que este pequeño país es capaz de doblegar la voluntad de Estados Unidos es un hecho probado, que puede hacerlo incluso contra los propios intereses norteamericanos, eso también está bastante documentado y estudiado. Por eso no conviene situar el listón de las expectativas en un nivel demasiado elevado, que es precisamente lo que parece que están haciendo en esta ocasión tanto los principales implicados, como los medios de comunicación. El perfil inicial tan bajo de esta ronda de contactos es bastante significativo, tanto para lo bueno o para lo malo, sólo el tiempo lo dirá.
Sin embargo, Israel, como siempre, ya se está encargando el solito de dinamitar las tímidas expectativas que podrían existir sobre el proceso. Para empezar, hace unos pocos días el gobierno judío incluyo a casi un centenar de colonias en Palestina entre el listado de ”prioridad nacional”, ciudades que reciben subvenciones y beneficios fiscales para fomentar su desarrollo y donde la gente que quiera irse a vivir a esos asentamientos recibe beneficios, lo que pone de manifiesto la voluntad de mantener ese suelo robado dentro de las fronteras de Israel. Pero no acaba ahí del desprecio de Israel a las conversaciones con los palestinos, la difusión por parte la prensa israelí de la aprobación de proyectos de construcción de nuevas colonias hebreas en Jerusalén Este es otro indicativo del valor que se le da a las negociaciones, ninguno.
Israel lleva varios años tratando de obviar el encuentro con los palestinos, desplazando —salvo momentos puntuales— el foco sobre Irán y las supuestas afrentas a su seguridad y existencia como país que les proveen de más réditos en la opinión pública interna, sobre todo ahora que tienen perfectamente controlado el frente palestino, con el mantenimiento de la división interna y la Autoridad Palestina secuestrada por las prebendas internacionales que les proveen del dinero suficiente para el mantenimiento de su estructura y los pagos de los funcionarios a cambio de ejercer de carceleros de Cisjordania para el gobierno de Israel y aplacar a los presos de los macrocampos de concentración palestinos.
Queda por comprobar qué sucede en Siria y Líbano y cómo afecta al proceso. El periodo de negociación es tan largo que permitirá vislumbrar el final de la guerra en Siria y el de la interinidad libanesa. Si no hay giros copernicanos, Assad se va a mantener en el poder una legislatura completa más y habrá logrado sofocar —con ayuda— la conspiración mundial en su contra. Pensar en una solución en Cisjordania sin tener en cuenta Los Altos del Golán ocupados es una entelequia, de ahí la implicación de Israel contra Siria y su interés por colocar un gobierno títere del sionismo para olvidarse de las demandas legítimas y legales de devolución de los territorios sirios ocupados en el 67. Tampoco le es ajeno el reforzamiento regional de Hezbollah y el rearme logrado gracias a su intervención exitosa en el vecino país. A pesar de su pírrica victoria manejando a la diplomacia europea contra la guerrilla libanesa, no es concebible un futuro gobierno en el país de los cedros sin su presencia determinante, aún en el caso de que las potencias extranjeras consigan colocar en la presidencia a Hariri inc., ya que Hezbollah ha logrado configurar un ejército que supera con creces las capacidades del ejército regular libanés. Son tantas las variables factibles que se hace muy difícil prever cualquier resultado con un mínimo de precisión.
Pero un gobierno integrista y ultrasionista como el que preside Netanyahu es incapaz de afrontar los retos necesarios para lograr la paz. Este criminal de guerra ya esbozó las líneas que jamás cruzaría en una eventual negociación, las cuales son absolutamente prioritarias para Palestina y para cualquier estado soberano del mundo. Para empezar, pretende que el estado palestino esté desmilitarizado, pero sólo de fuerzas propias, pues el ejército israelí seguirá manteniendo presencia en suelo palestino. Bibi lo ha presentado, con una desfachatez absoluta, como si fueran bases extranjeras de un país aliado, un auténtico insulto a la razón cuando se trata de seguir manteniendo la ocupación, pero eso sí, refrendada por un acuerdo bilateral imposible.
Usando la excusa de la seguridad, nunca permitirán que la futura Palestina tenga acceso libre a las fronteras con Egipto y con Jordania. Esa es una de las razones aducidas para justificar la presencia militar continuada del Tsahal y otra condición inaceptable. Un estado sin fronteras, ocupado militarmente por ejércitos enemigos y sin fronteras propias es lo más parecido a una cárcel. Desde luego, nada que pueda recibir el nombre de país.
Israel pretende también quedarse con todo Jerusalén este como capital indivisible de su estado contraviniendo el plan de partición de la ONU y las resoluciones del Consejo de Seguridad y la Asamblea de la ONU. La segunda ciudad sagrada del Islam en manos exclusivas de Israel, otra condición previa inaceptable para cualquier árabe y una fuente de tensión permanente que impedirá cualquier acuerdo de paz entre las partes.
Tomando como excusa el pequeño tamaño del estado de Israel, Netanyahu ha declarado que debe ser defendido «desde fuera» o sea desde Palestina y desde Siria, lo que quiere decir que nunca va a retirarse a la Línea Verde internacionalmente reconocida como fronteras internacionales de Israel y que va a dejar bases militares para supuestamente defender a su país. Simplemente inaceptable, nada parecido a una propuesta negociadora sino un ataque a la línea de flotación de cualquier futuro acuerdo.
Otra de las lindezas del primer ministro —y reconocido genocida— israelí ha sido que es necesario primero firmar la paz para después poder tener un estado, que es imposible tener un estado y después firmar la paz. Lo que denota esta extrapolada versión del dilema del huevo o la gallina es que nunca va a haber negociaciones equilibradas, sino una imposición por la fuerza de hechos consumados militarmente. Es como decir «si no firmas la paz con mis condiciones nunca tendrás un estado propio», aunque difícilmente pueda llamarse como tal a un conjunto de islas desconectadas rodeadas de alambre de espino, puestos militares y colonos integristas armados hasta los dientes.
Si alguien piensa que un sólo palestino en el mundo es capaz de aceptar este condicionado, por mucho que dependa del salario envenenado de EEUU, la UE o los árabes sionistas del Golfo Pérsico, está profundamente equivocado. Por eso existen tan pocas esperanzas de éxito en las conversaciones que ahora se inician. Pero de ahí a culpar a los palestinos del fracaso, hay un abismo que, sin duda, saltarán Israel y Estados Unidos. Aunque esta vez hará falta muchas dosis de propaganda y hasbará para que logren convertir a la víctima en agresor y al verdugo en víctima
Fuente: http://www.bitsrojiverdes.org/wordpress/?p=10324
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