domingo, 2 de junio de 2013

El último “Big Bang” de Stephen Hawking


A principios de mayo el célebre físico británico Stephen Hawking (quien sufre una enfermedad neurológica degenerativa desde hace 50 años) se convirtió en el centro de la atención internacional, esta vez no por motivos científicos, sino políticos: Hawking decidió sumarse al boicot académico a Israel y canceló su presentación en la importante Conferencia Presidencial que anualmente es patrocinada por el presidente Shimon Peres.
La medida –que desató una reacción furibunda en Israel- puso en aprietos a la Universidad de Cambridge (donde Hawking trabaja desde 1975), cuyo vocero inicialmente anunció que la cancelación del viaje era por motivos de salud. La universidad tuvo que rectificarse después que el diario The Guardian publicó la carta enviada por Hawking a los organizadores de la conferencia de alto nivel en Jerusalén, afirmando claramente que no participaría por respetar el llamado al boicot por parte de la academia palestina (al que se sumaron intelectuales internacionales y judíos como el norteamericano Noam Chomsky y el israelí Ilan Pappé).
El texto completo de la carta, fechada el 3 de mayo, decía: “Acepté la invitación a la Conferencia Presidencial con la idea de que eso no sólo me permitiría expresar mi opinión sobre las perspectivas de un acuerdo de paz, sino también porque me permitiría dar una conferencia en Cisjordania. Sin embargo, he recibido una serie de correos electrónicos de académicos palestinos, y son unánimes en que debo respetar el boicot. En vista de esto, tengo que abandonar la conferencia. Si hubiera asistido, habría expresado mi opinión de que la política del actual gobierno israelí muy probablemente llevará a un desastre“.[1]
Ali Abunimah, fundador y director del portal Electronic Intifada, escribió el siguiente comentario paraThe Guardian:
Stephen Hawking (Foto: John Phillips/UK Press via Getty Images)
Stephen Hawking  (Foto: John Phillips/UK Press via Getty Images)
La adhesión de Stephen Hawking al boicot a Israel marca un punto de inflexión
Ali Abunimah *beyond_palestine2
The Guardian,  9/5/2013
(Traducción del inglés: María Landi)
 
 
Una objeción que comúnmente se le hace a la campaña palestina por el boicot a Israel es que significaría bloquear el “diálogo” y dañar las oportunidades para la paz. Volvimos a escuchar eso luego que el Profesor Stephen Hawking tomara la loable decisión de no asistir a la Conferencia Presidencial en Israel en respuesta al pedido de las y los académicos palestinos; pero sería difícil encontrar un argumento menos convincente, al menos en lo que respecta a los palestinos.
Uno de los aspectos más engañosos del llamado “proceso de paz” es la pretensión de que palestinos e israelíes están en igualdad de condiciones -igualmente culpables, igualmente responsables-, ocultando la brutal realidad de que el palestino es un pueblo ocupado, colonizado, despojado y a manos de uno de los ejércitos más poderosos del mundo.
Por más de dos décadas, bajo la cobertura de esta ficción, los palestinos se embarcaron en “conversaciones de paz” y otras formas de diálogo promovidas internacionalmente, sólo para ver cómo Israel ha continuado ocupando, robando y colonizando su territorio, matando y mutilando a miles de personas con total impunidad.
Aunque existe un puñado de valientes voces israelíes de disenso, las principales instituciones israelíes, y especialmente las universidades, han sido cómplices de esta opresión; por ejemplo, asociándose con el ejército israelí en programas de investigación y entrenamiento. El gobierno de Israel ha comprometido activamente a académicos, artistas y otras personalidades de la cultura en las campañas internacionales “Marca Israel” para embellecer la imagen del país y distraer la atención internacional sobre la opresión de los palestinos.
Mientras tanto, la inmensa mayoría de las y los palestinos han sido marginados del proceso de paz oficial, ya que su destino ha sido puesto en manos de enviados como Tony Blair y de los gobiernos de EEUU y la Unión Europea, que parecen estar dispuestos a aplicar el derecho internacional y proteger los derechos humanos sólo cuando se trata de violaciones cometidas por países africanos o árabes.
Cuando se trata de los abusos cometidos por Israel, los gobiernos de todo el mundo no han ofrecido otra cosa que palabras huecas. Mientras docenas de países sufren las sanciones de EEUU, de la Unión Europea o de la ONU por transgresiones mucho menos graves, a los gobiernos de la Unión Europea les tomó años discutir medidas apenas tímidas, como etiquetar los productos provenientes de las colonias israelíes ilegales; no hablemos de prohibirlos directamente. Y sin embargo el tren del proceso de paz está en marcha de nuevo –ahora con un nuevo conductor, el Secretario de Estado John Kerry-, pero sin mayores perspectivas de llegar a destino. Así que ya basta de cháchara.
El movimiento palestino de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) busca cambiar esa dinámica, poniendo de nuevo la iniciativa en manos del pueblo palestino. El objetivo es ejercer presión sobre Israel para que respete los derechos de todas y todos los palestinos, poniendo fin a la ocupación de Cisjordania y al bloqueo a Gaza, respetando el derecho de las y los refugiados palestinos que actualmente no pueden retornar a sus hogares sólo porque no son judíos, y aboliendo todas las formas de discriminación hacia las y los ciudadanos palestinos dentro de Israel.
Estos reclamos están en línea con los principios universales de derechos humanos, y serían indiscutibles e incuestionables en cualquier otro contexto; y esa es precisamente la razón por la cual el apoyo mundial está creciendo.
El BDS se basa en una larga tradición de resistencia popular en todo el mundo: desde la misma Palestina hasta la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, pasando por el boicot a los autobuses en Montgomery, Alabama. Históricamente, los boicots han sido efectivos.
En los años Ochenta, quienes se oponían a aplicar sanciones a la Sudáfrica del apartheid –incluyendo, notoriamente, a la fallecida Margaret Thatcher- proponían en cambio un “compromiso constructivo”. Esas personas estaban en el lado equivocado de la historia. Hoy en día, a los palestinos también se les aconseja que dejen de lado el BDS y retornen a las conversaciones vacías, que son el equivalente actual del compromiso constructivo.
Pero ya no es posible volver a los días en que a los palestinos se les hacía callar y sólo se le daba voz al más fuerte. No se puede regresar a un “diálogo” eterno y a conversaciones inconducentes y estériles sobre “la paz” que sólo le dan cobertura a Israel para que consolide su colonización.
Cuando dentro de pocos años miremos hacia atrás, la decisión de Hawking de respetar el BDS será vista como un punto de inflexión: el momento en que el boicot a Israel como postura a favor de la justicia se volvió predominante.
Lo que hoy está claro es que su acción ha forzado a los israelíes –y al resto del mundo- a comprender que el actual estado de cosas tiene un precio: Israel no puede continuar pretendiendo ser un país progresista y avanzado en materia cultural y tecnológica mientras millones de palestinos y palestinas viven invisibles bajo el poder brutal de las balas, las topadoras y los colonos armados.
 Ali Abunimah, palestino-norteamericano, es autor de “Un país: una propuesta audaz para poner fin al impase israelí-palestino” y fundador de la web informativa The Electronic Intifada.
 The Guardian, 9/5/13.

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