El diario Al Hayat filtró ayer algunos detalles de la marcha de las “negociaciones de paz” que conducen israelíes y palestinos sobre cuestiones de seguridad, y en las que las dos partes mantienes posturas claras después de varias rondas de discusiones.
Por un lado, los palestinos exigen que Israel abandone completamente los territorios ocupados.
Por otro lado, Israel exige que la situación continúe como hasta ahora: quiere mantener el control y la presencia de sus soldados en el Valle del Jordán, quiere establecer puestos de alerta temprana a lo largo del río, quiere controlar los pasos civiles entre Cisjordania y Jordania, y quiere conservar las bases situadas en las cimas de las colinas más altas de Cisjordania.
Israel no solo no ha negado la información sino que ha protestado enérgicamente ante los estadounidenses porque considera que la filtración va contra el compromiso de mantener una absoluta discreción que las dos partes asumieron cuando reanudaron las discusiones.
La filtración pone en evidencia por enésima vez que todo esto de las “negociaciones directas” no es más que un camelo que no tiene ninguna posibilidad de prosperar.
Justamente este mes de septiembre se cumplen veinte años de los acuerdos de Oslo, y si la situación era mala en 1993 ahora es mucho peor. Todas estas “negociaciones” a las que hemos asistido en las últimas dos décadas no han permitido avanzar ni un ápice y han complicado más la situación de la que se partió.
Otra señal de que las cosas van mal es el comentario que este fin de semana realizó el presidente Mahmud Abás en el sentido de que los palestinos pueden echarse atrás en el principio de canje de tierras si Israel no respecta los acuerdos a los que Abás llegó a finales de la pasada década con el entonces primer ministro Ehud Olmert.
Ha recordado Abás que Israel exigía entonces un canje de tierras del 6 por ciento y los palestinos del 1,9 por ciento. Abás no ha dicho lo que quiere Israel ahora; simplemente ha notado que Binyamin Netanyahu no reconoce lo que se progresó en negociaciones anteriores.
Las llamadas “negociaciones directas” están condenadas al fracaso desde el principio, como lo demuestra la experiencia de los últimos veinte años. La única solución pasa por aplicar el derecho internacional mediante una fuerte presión de Estados Unidos y Europa sobre Israel, algo que desgraciadamente no está ocurriendo ni parece que vaya a ocurrir.
En el informativo de anoche, la televisión pública israelí dijo que el AIPAC, el lobby judío en Washington, está trabajando a fondo para que el Congreso y la opinión pública americana cambien de opinión y apoyen la guerra en Siria. Esto era algo sabido. Pero la televisión pública añadió que incluso Netanyahu está haciendo “llamadas de teléfono discretas” a Estados Unidos en la misma línea. ¿Qué puede esperarse de un mediador, la administración americana, que depende de esta manera de una de las partes, Israel?
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