En 2018, Israel lanzó la operación “Escudo del Norte” con el fin de localizar y destruir túneles construidos por Hezbolá en el sur del Líbano, los cuales se extendían hacia la región de Galilea, desde Metula hasta Ras al-Naqura.
Bajo el argumento de “defensa propia”, Israel alegó que continuaría llevando a cabo “esfuerzos defensivos a gran escala” en la frontera, utilizando todos los recursos militares, tecnológicos y de inteligencia disponibles.
Israel presentó esta operación como una muestra de su superioridad militar y tecnológica frente a Hezbolá. Aunque minimizó el papel de estos túneles en un posible conflicto futuro, Israel buscaba capitalizar este éxito para contrarrestar la imagen de victoria que Hezbolá obtuvo tras la guerra de 2006.
Asimismo, Israel vio en la supuesta amenaza a la seguridad de sus asentamientos una oportunidad para perseguir ciertos objetivos diplomáticos, encaminados a alterar el statu quo. Estos objetivos estratégicos de Israel se resumían en cinco metas principales:·
. Obtener respaldo internacional para sus incursiones en el Líbano bajo el pretexto de defensa, alegando la necesidad de proteger tanto sus fronteras como los asentamientos ilegales.
· Legitimar la responsabilidad de todo el Líbano por las acciones de Hezbolá, permitiendo a Israel justificar ataques más amplios y en múltiples áreas libanesas en caso de conflicto futuro.
. Eliminar la distinción occidental entre el ala política y militar de Hezbolá, de modo que cualquier vínculo con el grupo sea considerado como apoyo a actividades armadas.
· Modificar el rol de la FINUL, subrayando su supuesto fracaso en contener las actividades militares de Hezbolá y promoviendo un cambio en la misión de las Fuerzas de Paz en la región.
· Cambiar el statu quo en el sur del Líbano.
Israel y la FINUL: Una Relación Compleja desde 1978
En 1978, el Consejo de Seguridad de la ONU pidió a Israel que se retirara por completo de Líbano y autorizó el despliegue de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en Líbano (FINUL). Su misión era asegurar esa retirada, restaurar la seguridad y ayudar al gobierno libanés a ejercer autoridad sobre su territorio, conforme a las resoluciones 425 y 426. Desde entonces, la relación entre Israel y la FINUL ha sido conflictiva, con Israel manifestando repetidamente su oposición a la misión y buscando influir en su funcionamiento.
Un ejemplo claro de este rechazo se produjo en 1986, cuando el primer ministro israelí Shimon Peres declaró durante una visita a EE.UU.: “Por el momento, no podemos llegar a un acuerdo con las fuerzas de la FINUL”. En ese tiempo, los responsables de la FINUL denunciaban constantemente la ocupación israelí y señalaban la falta de condiciones para cumplir con su misión. Pedían mayor equipamiento para su defensa, advirtiendo que sin él perderían credibilidad. Además, acusaban a Israel de intentar cambiar el rol de la FINUL, transformándola de una fuerza de paz a una fuerza con tareas militares ejecutivas orientadas a garantizar la seguridad israelí.
Durante la década de 1980, la FINUL quedó atrapada entre las fuerzas israelíes y el creciente poder de Hezbolá, que comenzó a operar activamente en la región a partir de 1985. Israel aprovechó esta situación para acusar a la FINUL de no cumplir con su misión de proteger sus fronteras y propuso crear una alianza internacional para intercambiar inteligencia y entrenar unidades especializadas para el sur de Líbano. En respuesta, la FINUL insistió en que la única solución para restaurar la calma en el sur de Líbano era la implementación total de las resoluciones internacionales, incluyendo la retirada israelí.
Tras la retirada israelí en 2000 y la guerra de julio de 2006, la misión de la FINUL se fortaleció con el aumento de personal y recursos, y comenzó a coordinarse más estrechamente con el ejército libanés. Sin embargo, Israel continuó considerando a la FINUL como una fuerza “ineficaz y pasiva”, argumentando que sus limitados poderes estaban condicionados por la política interna libanesa, que Israel insistía debía cambiar.
Cambiar el statu quo: La oportunidad esperada por Israel
Más de un mes después del inicio de la guerra con Líbano, Israel asegura haber cumplido gran parte de sus objetivos militares. Para entender el contexto actual, es necesario remontarse a la operación “Escudo del Norte” de 2018, la cual marcó el inicio de una estrategia de largo plazo, con preparativos militares y de inteligencia destinados a una posible confrontación con Hezbolá. Durante los últimos años, informes de seguridad israelíes anticipaban un eventual estallido de guerra con el grupo libanés, a pesar de la aparente calma en la frontera.
Vinculando esa operación de 2018 con la guerra actual, Israel busca afianzar una postura favorable en términos militares y políticos, alegando que sus recientes incursiones han sido planificadas por años. Estas incluyen ataques a las redes de comunicación de Hezbolá, eliminación de líderes y destrucción de túneles estratégicos, y la operación en el norte de Líbano es vista como una fase más de este esfuerzo.
En el ámbito internacional, Israel ha logrado asegurar el respaldo de potencias como Estados Unidos y varios países de la Unión Europea, presentando sus ataques como medidas de "autodefensa" frente a la amenaza de Hezbolá.
Además, en este marco de escalada, Israel persigue objetivos políticos de largo plazo, como la modificación de la resolución 1701 de la ONU y el cambio de mandato de la FINUL bajo el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, o incluso la posibilidad de establecer un nuevo acuerdo con apoyo estadounidense.
Presión política y militar
Desde el inicio de la guerra, las autoridades israelíes han intensificado sus críticas a la labor de las fuerzas de emergencia internacionales, la FINUL, acusándola irónicamente de no cumplir adecuadamente con la resolución 1701. Al igual que en las décadas de 1970 y 1980, Israel busca rechazar la presencia y el papel de la FINUL, presionando políticamente e incluso atacándola directamente.
En este contexto, Israel ha advertido en varios informes sobre los riesgos que enfrenta la misión de la FINUL en Líbano si estalla una guerra total. Israel considera que la misión de la ONU se vería atrapada en un conflicto destructivo, exponiendo su fracaso y la falta de credibilidad en la aplicación de la resolución 1701.
Israel ha recurrido a ataques repetidos para presionar a la FINUL, pero los países europeos que participan en la misión han rechazado la retirada de las fuerzas de la ONU. En respuesta, Netanyahu ha redoblado sus esfuerzos diplomáticos, insistiendo en la necesidad de una “nueva fórmula” para garantizar el cumplimiento de la resolución 1701. Sin embargo, esta "nueva fórmula" no es más que una reformulación de los cambios que Israel ya había propuesto desde el inicio de la guerra, buscando modificar tanto la resolución 1701 como el rol de la FINUL, con el apoyo directo de Estados Unidos.
Visión de Israel para desarrollar la resolución 1701
Israel atribuye el fracaso de la FINUL en Líbano a la “debilidad” inherente de la resolución 1701, adoptada bajo el Capítulo VI de la ONU, que promueve soluciones pacíficas en lugar del uso de la fuerza, como sería bajo el Capítulo VII. A pesar de divisiones internas respecto a la gestión de la guerra iniciada el 7 de octubre, Netanyahu goza de amplio respaldo para intensificar la presión sobre Líbano, con consenso en torno a modificar la resolución 1701 en lugar de derogarla, añadiendo cláusulas específicas para su aplicación más efectiva.
Israel busca aprovechar este apoyo mediante la formación de una comisión independiente, respaldada por Estados Unidos, para supervisar la implementación de las nuevas medidas de la resolución. Además, propone modificar el rol de la FINUL, reduciendo el personal libanés y los proyectos financiados por la ONU, a fin de contrarrestar lo que considera un apoyo indirecto a Hezbolá.
Aunque el liderazgo israelí es optimista respecto a sus logros militares, un sector de opinión sugiere avanzar hacia una solución diplomática duradera, imponiendo condiciones para un cese de hostilidades y estableciendo una zona de amortiguamiento.
Entonces, ¿Logrará Israel alterar el statu quo en su frente con Líbano mediante una nueva estrategia política?