lunes, 3 de febrero de 2014

¿POR QUÉ TEMEN EN ISRAEL AL MOVIMIENTO DE BOICOT?


OMAR BARGUTI


Si los intentos del secretario de estado de EEUU John Kerry por revivir las negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina fracasan debido a la persistente construcción de asentamientos ilegales en Cisjordania, es probable que el gobierno israelí tenga que enfrentarse a un importante boicot internacional, tal como advirtió el Sr. Kerry el pasado mes de agosto.

Estos días, Israel parece estar aterrorizado por el crecimiento “exponencial” del movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) promovido por los palestinos, así como por la creciente influencia de Irán en la región. En junio pasado, el primer ministro Benjamín Netanyahu dijo que el BDS era una amenaza estratégica. Calificándolo como movimiento de “deslegitimación”, encargó al ministerio de asuntos estratégicos la responsabilidad de combatirlo. Pero el BDS no representa una amenaza existencial para Israel; tan solo plantea un serio desafío al sistema de opresión que Israel ha impuesto al pueblo palestino, que es la causa de su creciente aislamiento internacional.

La visión que tiene el gobierno israelí del BDS como una amenaza estratégica revela su gran preocupación por la difusión del movimiento en los últimos tiempos. También es un reflejo del fracaso de la superfinanciada campaña “Brand Israel” (Marca Israel) del ministerio de asuntos exteriores, la cual ha reducido el movimiento BDS a un problema de imagen y ha empleado la cultura como una herramienta de propaganda, enviando a personalidades israelíes por todo el mundo para mostrar la “cara más bonita” de Israel.

Lanzada en 2005 por las mayores organizaciones y sindicatos palestinos, la campaña BDS pide el fin de la ocupación iniciada por Israel en 1967, el “reconocimiento de los derechos fundamentales de los ciudadanos árabes palestinos de Israel a la igualdad plena” y el derecho de los refugiados palestinos a retornar a sus hogares y tierras de los que fueron desplazados y desposeídos por la fuerza en 1948.

¿Por qué ha de sentirse Israel, una potencia nuclear con una sólida economía, vulnerable ante un movimiento no violento por los derechos humanos?

Israel está profundamente inquieta por el creciente número de judíos norteamericanos que están expresando su oposición a sus políticas, especialmente aquellos que se han unido a las campañas BDS. También percibe como una profunda amenaza la creciente disidencia de destacadas personalidades judías que rechazan la tendencia de Israel de hablar en su nombre y su autoproclamado título de “hogar nacional” de todos los judíos, llamando la atención muchas de ellas sobre el conflicto inherente entre la autodefinición étnico-religiosa del estado de Israel y su proclamación democrática. Como dijo proféticamente I. F. Stone sobre Israel en 1967, “la creación de una especie de esquizofrenia moral en el mundo judío” debido a su ideal “racial y excluyente” es absolutamente intolerable.

Israel está también amenazada por la eficacia de las estrategias no violentas utilizadas por el movimiento BDS, incluyendo a sus activistas israelíes, y por los efectos negativos que han tenido en la imagen de Israel en la opinión pública mundial. Como dijo un jefe militar israelí en el contexto de la represión de la resistencia popular palestina a la ocupación, “Gandhi no se nos da muy bien”.

El voto abrumadamente mayoritario de la Asociación de Estudios de EEUU, en diciembre, para apoyar el boicot académico de Israel, poco después de que la Asociación de Estudios Asiático-Americanos, entre otras, tomar una decisión similar, así como los votos en favor de las desinversiones de varios consejos estudiantiles universitarios, demuestran que la campaña BDS ya no es un tabú en Estados Unidos.

Los efectos económicos de la campaña BDS son también notorios. La reciente decisión del fondo de pensiones holandés PGGM, de 200.000 millones de dólares, de retirar sus inversiones de los cinco bancos israelíes más grandes, debido a su participación en la creación de asentamientos israelíes en los territorios palestinos ocupados, ha ocasionado sucesivas ondas de choque por todo el establishment israelí.

Para subrayar el peligro “existencial” que representa el movimiento BDS, Israel y sus grupos de presión invocan frecuentemente el fantasma del antisemitismo, a pesar de la inequívoca y consistente posición del movimiento en contra de todas las formas de racismo, incluyendo el antisemitismo. Esta falsa acusación persigue intimidar y silenciar a aquellos que critican a Israel, calificando a esas críticas como racismo antijudío.

Argumentar que boicotear a Israel es intrínsecamente antisemita no solo es falso, sino que, además, presume que Israel y “los judíos” es todo una y la misma cosa. Y esto es tan absurdo y fanático como afirmar que un boicot de un estado autodefinido islámico como el de Arabia Saudí, como protesta por sus horribles violaciones de los derechos humanos, sería necesariamente islamófobo.

El movimiento BDS pide la plena igualdad ante la ley para los palestinos y esto es especialmente preocupante para Israel, porque plantea cuestiones sobre su autodefinición como un estado exclusivamente judío. Israel considera que toda crítica a lo que el mismo departamento de estado de EEUU ha calificado como sistema de “discriminación institucional, legal y social” en contra de los palestinos es, de hecho, una “amenaza existencial”, en parte debido a la imagen deapartheid que estas críticas evocan.

De forma reveladora, un reciente intento de israelíes liberales de que se reconociera la identidad nacional cívica “israelí” fue fulminantemente rechazado por la Corte Suprema de Israel, que argumentó que la propuesta era una seria amenaza para el principio fundador de Israel: ser un estado judío para el pueblo judío.

Israel sigue siendo el único país del mundo que no reconoce su propia nacionalidad, pues eso supondría reconocer iguales derechos a todos sus ciudadanos, socavando su identidad “étnica”. La afirmación de que el BDS, un movimiento no violento basado en los principios universales de los derechos humanos, persigue “destruir” Israel debe ser comprendida en este contexto.

¿Supondría realmente la justicia y los iguales derechos para todos la destrucción de Israel? ¿Destruyó la igualdad el Sur de Estados Unidos? ¿O Sudáfrica? Ciertamente, destruyó el orden racista y discriminatorio que prevaleció en esos países, pero no destruyó al pueblo o al país.

Por la misma razón, la campaña BDS solo amenaza el orden injusto israelí, no al pueblo israelí.

Omar Barguti es activista palestino por los derechos humanos y autor de Boycott, Divestment, Sanctions: The Global Struggle for Palestinian Rights.


Traducción: Javier Villate


 Fuente: Why the Boycott Movement Scares Israel, Palestine Chronicle

Tomado de: http://disenso.wordpress.com

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