En sus sesenta y cinco años de existencia el Estado de Israel ha sido protagonista de un hecho tan curioso como lamentable: su pérdida de prestigio ante la comunidad internacional.
Más allá de su polémico surgimiento, es innegable que los primeros tiempos de la nación judía fueron vistos con simpatía por muchos países; contribuyó a ello el tesón israelí por transformar su país, la inicial desigualdad de fuerzas frente al mundo árabe y la, por entonces, variada conjunción de ideas políticas que se hacían presentes y parecían convivir en el nuevo Estado. Todo eso, claro está, apuntalado por una fuerte propaganda y enormes capitales girados desde Estados Unidos a quien se iba convirtiendo en una pieza clave de su política en Medio Oriente. Por entonces eran comunes en muchos países -también en el nuestro- las expresiones públicas de apoyo a la flamante nación.
Lamentablemente bastaron algunas circunstancias: la superioridad bélica israelí entre ellas, para que el gobierno de aquel país fuera ganado por las fuerzas más conservadoras, muy cercanas en su conducta al fascismo que tanto sufrieron en carne propia los judíos en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Invasiones y expropiaciones ilegales de tierras a los palestinos, virtual apartheid con ellos, desmedidas represalias frente a ataques con armas caseras, justificación legal de la tortura, bloqueo económico y político a los territorios palestinos y, como frutilla del postre, la construcción del denominado "muro de la vergüenza" dotado de tecnología represiva que hacen aparecer al de Berlín como un simple cerco. Estas y otras medidas minaron el prestigio de Israel y justificaron las múltiples condenas y recomendaciones de las Naciones Unidas que Israel nunca cumplió.
Esa política belicosa y colonial parece ir in crescendo a pesar del repudio de la comunidad internacional. Unicef, el organismo de las Naciones Unidas para el cuidado de la infancia, ha denunciado el maltrato de niños palestinos por parte del ejército israelí. El documento dado a conocer señala que "cada año unos 700 niños palestinos de 12 a 17 años, en su mayoría varones, son arrestados, interrogados y detenidos por el ejército, la policía y los agentes de seguridad israelíes. Estos malos tratos incluyen la detención de niños en sus casas entre la medianoche y las cinco de la mañana por parte de soldados fuertemente armados. Les vendan los ojos y les atan las manos", prosigue el informe, que denuncia "las confesiones forzadas, la falta de acceso a un abogado o a familiares durante el interrogatorio".
Los menores de 13 años están sujetos a penas de hasta seis meses de prisión. Y ya a partir de los 14, pueden ser condenados hasta 10 años de cárcel por lanzar piedras, e incluso 20 años si el blanco es un vehículo en movimiento. "En ningún otro país se juzga sistemáticamente a los niños en tribunales militares para menores", recalca el informe".
El documento de Unicef, que incluye la solicitud de que se les hagan saber a los niños sus derechos en idioma árabe, no hace más que refrendar hechos anteriores ocurridos durante rebeliones palestinas. No muchos años atrás se conoció un horrendo testimonio fotográfico que registra la muerte a tiros de un niño de unos diez años por apedrear a un blindado israelí.
Estas conductas racistas que parecen no tener límite, han provocado problemas dentro de las propias fuerzas armadas israelíes, algunos de cuyos miembros se niegan a disparar contra civiles desarmados. Un par de años atrás una veintena de pilotos de aviones de guerra se negó a bombardear blancos indefensos.
Es triste comprobar que un gobierno de derecha radicalizada sea capaz de llevar al pueblo judío a aplicar a los palestinos las mismas penurias que ellos sufrieron antaño.
Fuente: Diario La Arena - Argentina
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