(Publicado en el semanario Brecha de Uruguay el 8/3/13).
“A los palestinos no se les puede pedir que esperen eternamente el supuesto día favorable en que Israel despertará para darse cuenta de que su régimen de apartheid estaba mal desde el principio. Con su política de hechos consumados, Israel ha neutralizado toda esperanza de una solución justa. El escenario sólo ha empeorado: más colonias ilegales, más demoliciones de viviendas, más desplazamiento, más despojo, más encarcelamientos, más Muro, más bloqueo, más checkpoints militares, más restricción a la libertad de movimiento… todo está peor.” Ranjan Solomon
“¿Qué va a pasar si muere uno de los presos en huelga de hambre?” “¿Cuál será la gota que desborde el vaso?” “¿Estamos en la víspera de una nueva intifada?”
Esas preguntas han estado en boca de mucha gente estos días en Palestina; aun sabiendo que son imposibles de responder, porque ningún alzamiento se pudo prever antes: todos surgieron de manera espontánea, cuando en un momento dado la gente sintió que ya no podía ni quería aguantar más.
Las últimas semanas parecen haber sido uno de esos momentos. Cada día uno se pregunta qué más hace falta para que los palestinos y palestinas exploten. Y es que cada nueva acción de protesta o resistencia pacífica es respondida por Israel con más balas, más gas lacrimógeno, más cañones de agua pestilente, más y más arrestos, e incluso con la muerte. Cuando los palestinos se hartan del Muro, del robo incesante de tierras, de las demoliciones de sus casas, de los arrestos y allanamientos nocturnos, de la violencia impune de los colonos fanáticos asentados en sus tierras robadas, de la represión sistemática y brutal a sus marchas pacíficas, de los presos torturados hasta la muerte, reaccionan lanzando piedras que son respondidas con un derroche absurdo de violencia bélica, y donde los muertos los ponen siempre ellos.
Estas semanas asistimos a una nueva escalada de violencia por parte de Israel; es la típica respuesta (y la única que conocen y practican las fuerzas de ocupación) a un incremento en la movilización de la sociedad palestina reclamando por los prisioneros en huelga de hambre, que se encuentran bajo detención administrativa (sin cargo ni juicio, indefinidamente), aislados de los demás presos y sin recibir visita de sus familiares. Los cuatro que se encontraban en huelga de hambre de varios meses fueron recientemente hospitalizados al agravarse su frágil condición de salud: Samer Isawwi, Ayman Sharawrna, Jafar Ezzedine y Tareq Qaadan. Estos dos últimos anunciaron que levantaban la huelga después de una audiencia que determinó su liberación para mayo. Muna Qaadan, hermana del último, se sumó recientemente a la huelga de hambre, al igual que otros presos. Ella había sido liberada en el intercambio de prisioneros de octubre de 2011, pero es una de los catorce que fueron nuevamente arrestados desde entonces, al igual que Isawwi y Sharawrna, que están en peligro de muerte inminente, según fuentes médicas. Ambos fueron re-arrestados sólo bajo la acusación de “violar la libertad condicional” en cuanto a las restricciones de movimiento.
Los presos políticos, el hilo más sensible de la resistencia palestina
A quienes hemos vivido bajo regímenes autoritarios no tienen que explicarnos lo que es la cárcel política; sabemos que cuando no existe Estado de Derecho (y los palestinos no tienen absolutamente ningún derecho bajo la ocupación israelí) la gente es arrestada simplemente por organizarse para expresar su oposición o para resistir al régimen. Sabemos también que bajo el sistema de “justicia militar” (ya ese término es un oxímoron) las personas detenidas y juzgadas por motivos políticos carecen de las garantías del debido proceso en todas sus etapas: la detención, el acceso a defensa legal, la independencia del tribunal, el respeto de los plazos y procedimientos legales, las formas de obtención de testimonios de acusación, y por supuesto la sentencia. Y las y los palestinos son ‘expertos’ en esto, porque hace seis décadas y media que soportan un régimen brutal de colonización y ocupación militar.
Quizás sí sea bueno explicitar que la inmensa mayoría de los más de 4500 presos políticos palestinos jamás en su vida usó un arma; están presos por resistir pacíficamente a la ocupación y el robo permanente de su tierra, su agua, sus recursos, su cultura y su libertad.Escribía estos días Gideon Levy, el gran periodista israelí en el diario Haaretz:
“Ochocientas mil. Ese es el número de personas palestinas detenidas y encarceladas en las prisiones israelíes desde el comienzo de la ocupación, de acuerdo con The New York Times. Casi un millón de personas. Esta estimación podría ser un poco alta; algunos dicen que es “sólo” 600.000. Después de todo, no hay un número exacto. Pero el cuadro general es claro y escalofriante: cuando la gente dice que Israel encarcela al pueblo palestino, esto es lo que quieren decir: el encarcelamiento concreto, físico, el hacinamiento y la tortura de personas en la cárcel. No son sólo los puestos de control, el muro de separación y las barreras psicológicas, sino también las reales.
Cientos de miles de palestinos que viven bajo la ocupación han sufrido esa experiencia, aunque sólo sea una vez en sus vidas. Entre los aproximadamente cuatro millones de habitantes de Cisjordania y Gaza, centenares de miles de personas llevan cicatrices físicas y emocionales, y cargan con el recuerdo de su encarcelamiento. Lo mismo ocurre con otros varios millones de personas: los miembros de sus familias. Cerca de 4.500 palestinos están encarcelados en la actualidad. Casi todos los hogares tienen un familiar que fue detenido. Cada familia tiene un preso, o uno que fue puesto en libertad.” (Traducción mía del inglés).
En todos los casos, la detención no se ejecuta en el contexto de enfrentamientos violentos (de nuevo: lo más violento que los palestinos hacen es tirar piedras), sino mediante incursiones nocturnas donde los soldados irrumpen en las casas con gran violencia, sacan a los niños u hombres jóvenes de la cama, los maltratan delante de sus hijos, esposa, padre o madre, y se los llevan con los ojos vendados y las manos atadas. La acusación es siempre la misma: arrojar piedras al ejército de ocupación.
En mayo de 2012 las autoridades israelíes lograron desactivar una verdadera intifada que se estaba gestando en las cárceles. En el acuerdo que puso fin a una huelga de hambre masiva de casi dos meses, Israel se comprometió a poner fin a dos prácticas abominables: la detención administrativa y el aislamiento de ciertos prisioneros. Menos de un año después, Israel demuestra una vez más que es experto en romper acuerdos con los palestinos. Issa Qaraqee, el Ministro palestino para Asuntos de los Prisioneros, informó que hay un incremento alarmante en la aplicación del aislamiento prolongado a los presos, y más de 200 están bajo detención administrativa (incluidos los que están en huelga de hambre).
La última semana de febrero, en medio de las protestas generalizadas en las calles palestinas, algunos de los presos en huelga de hambre prolongada comparecieron en audiencias ante los tribunales militares que, con absoluta indiferencia por la gravedad de su estado de salud, se limitaron a aplazar la detención administrativa por varias semanas más sin tomar resolución alguna, sabiendo que dicho plazo no es otra cosa que una sentencia de muerte.
Torturado hasta la muerte
La gota que estuvo a punto de desbordar el vaso de la paciencia palestina fue la muerte por torturas de Arafat Jaradat, el 23 de febrero, en la prisión israelí de Megiddo. Este hombre de 30 años, padre de una niña de 4, un niño de 2, y a la espera de su tercer hijo/a, había sido arrestado seis días antes bajo la única acusación de haber tirado piedras en un incidente donde un israelí fue herido, en noviembre de 2012 (mientras Israel estaba bombardeando Gaza masivamente). La autopsia –que las autoridades se vieron obligadas a realizar debido a las presiones internas y externas- reveló que la causa de la muerte fue las múltiples y graves torturas a que fue sometido, y no un paro cardíaco, como habían informado. Arafat tenía seis huesos rotos en la columna, brazos y piernas, y contusiones graves en el pecho y el rostro.
Según la organización de derechos de los presos Addameer, desde 1967 más de 200 prisioneros murieron en cautiverio; de ellos, 72 por tortura y 53 por negligencia médica. Recientemente ha habido un alarmante aumento de los presos que mueren poco después de ser liberados en delicado estado de salud. Menos de un mes antes de la muerte de Jaradat, Ashraf Abu Dhra entró en coma y murió diez días después de ser liberado; había estado preso seis años y medio.
La impunidad del Shin Bet (el servicio secreto israelí, conocido como GSS) está largamente probada. Entre 2001 y 2011, los presos palestinos presentaron 700 denuncias ante el procurador del Estado, pero ni una sola ha sido investigada. Bana Shoughry-Badarne, abogada y directora legal del Comité Público contra la Tortura en Israel, afirmó en un informe de 2012: “La impunidad del GSS es absoluta”.
La Suprema Corte de Israel ha respaldado reiteradamente al Shin Bet en su negativa a rendir cuentas de sus acciones en conformidad con el derecho internacional. En 2012 la Corte rechazó la solicitud presentada por tres organizaciones de derechos humanos israelíes para que el Estado realizara una investigación sobre las denuncias de torturas por parte del GGS. Y este mes, dos semanas antes del asesinato de Jaradat, la Suprema Corte rechazó otra solicitud para que el GGS grabara y filmara los interrogatorios, a fin de cumplir con las exigencias de la Convención Internacional contra la Tortura -ratificada por Israel.
Ver aquí una galería de fotos del funeral de Arafat Jaradad.
Días de furia
El asesinato de Arafat Jaradat desató una ola de indignación en todo el territorio palestino. Activistas de todos los grupos políticos (en una auspiciosa muestra de unidad) y cientos de miles de personas enfurecidas provenientes de toda Cisjordania asistieron al funeral en la aldea de Sa’ir, en el norte de Hebrón. Hubo protestas e incidentes en casi todas las ciudades palestinas, incluyendo las que hoy forman parte de Israel (Haifa, Nazaret, Jaffa). Como respuesta, las fuerzas de ocupación invadieron hogares y arrestaron a docenas de jóvenes cuyas edades oscilan entre los 16 y los 22 años en los distritos de Jenín, Tulkaren, Nablus, Belén, Hebrón y Jerusalén Este. Según informó el Centro de DDHH Ahrar, sólo en febrero las fuerzas israelíes arrestaron a 382 personas, incluidas 11 mujeres y 50 menores de 18 años; entre ellos Omar Nawaf Awar, de 5 años y medio, también acusado de tirar piedras.
El 25 de febrero, el mismo día que Jaradat era enterrado en Hebrón y la gente protestaba en las calles, los soldados israelíes dispararon con armas de fuego a los niños que tiraban piedras contra el Muro de apartheid que rodea a Belén, pegado al campo de refugiados de Aida. Mohammed Al-Kurdi, de 13 años, recibió dos disparos y tuvo que ser intervenido en el hospital de la contigua Beit Jala. Los médicos no pudieron extraer una de las balas, por encontrarse demasiado cerca del corazón. Pero sí pudieron comprobar que la munición era de un calibre cuyo uso está prohibido desde hace años por el propio reglamento del ejército.
Pocas horas después, otro adolescente fue gravemente herido en el mismo campo de refugiados de Aida: los soldados dispararon directamente a la cabeza de Uday Sarhan, de 16 años. Sus compañeros aseguran que Uday fue arrestado y arrastrado por los soldados al otro lado del Muro, donde de hecho le dispararon antes de devolverlo, y luego demoraron en permitir que fuera asistido. Ante la gravedad de las heridas recibidas, fue trasladado al hospital Hadassah en Jerusalén, donde permanecía –según algunas versiones- con muerte cerebral. Otras fuentes afirmaron que había muerto, pero hasta el momento de escribir esta nota no se había confirmado el deceso.
También el mismo día, en Nablus, Mohammed Daraghmeh (25) fue hospitalizado después que un soldado israelí disparó una granada de gas lacrimógeno directamente a su cabeza. Ghassan Hamdan, un jerarca del hospital de Rafidia, en Nablus, afirmó que el disparo en la cabeza recibido por Daraghmeh fue intencional. El joven se encuentra en estado reservado. El 22 de marzo, los soldados israelíes hirieron gravemente a Mohammed Asfour (22) en su pueblo de Aboud (Ramala), durante las protestas en apoyo a los presos en huelga de hambre. Asfour murió el 6 de marzo en un hospital de Tel Aviv, adonde había sido trasladado al agravarse su condición. El día del funeral, los soldados israelíes intentaron impedir la entrada a la aldea, y reprimieron a los presentes con gases lacrimógenos y balas de acero forradas en goma.
Los paramédicos palestinos reportaron que docenas de personas a lo largo y ancho de Cisjordania sufrieron asfixia y problemas respiratorios debido a la gran cantidad de gas lacrimógeno disparado por los soldados. El viernes pasado, casi 100 palestinos fueron heridos por el ejército en distintos puntos de Cisjordania durante las protestas por los presos en huelga de hambre y bajo detención administrativa; la mayoría por balas de acero forradas de goma, pero también por munición real. Más de la mitad fueron heridos frente a la prisión militar de Ofer, cerca de Ramala. Allí, el 1º de marzo el periodista Jihad Al Qady fue gravemente herido y se encuentra en la unidad de cuidados intensivos del hospital de Ramala, donde tuvieron que extraerle parte del bazo. También hubo choques y heridos cuando los soldados invadieron la explanada de las mezquitas en Jerusalén para reprimir la protesta en solidaridad con los presos, después de la oración del viernes. Particularmente violenta fue la incursión del 8 de marzo, donde 75 palestinos/as resultaron heridos/as.
En contraste, los medios israelíes informaron que sólo un soldado fue herido levemente por una piedra lanzada por un niño palestino cerca de la colonia ilegal Gush Etzion, al sur de Jerusalén.
Ver aquí una galería de fotos del funeral de Mohammed Asfour.
Violencia uniformada y de la otra
Paralelamente al incremento en la escalada represiva del ejército israelí, estos días también asistimos a un aumento exponencial de los ataques de los colonos judíos fanáticos, que gozan de la misma impunidad que las fuerzas de ocupación. En el norte de Cisjordania, en la región de Nablus (famosa por la violencia de sus colonos), en el último mes dos aldeas han venido sufriendo ataques casi cotidianamente: Qusra y Urif, con un resultado de palestinos heridos y hospitalizados, autos incendiados, olivos arrancados, cultivos destruidos y viviendas vandalizadas durante las incursiones de los colonos en las áreas urbanas.
El 23 de febrero, unos quince colonos de los asentamientos vecinos de Esh Kodesh y Shilo entraron armados en Qusra y atacaron personas y propiedades. Nueve residentes resultaron heridos, algunas viviendas dañadas y seis autos incendiados totalmente. Un adolescente de 16 años recibió un disparo en el rostro que comprometió su ojo izquierdo, y otro de 14 fue herido en un pie. Además, Helmi Abdul Azeez (26) recibió un disparo cerca del corazón y fue hospitalizado en Nablus y luego trasladado en helicóptero a un hospital en Israel debido a la gravedad de su estado: Helmi tiene fragmentos de bala en la aorta, muy cerca del corazón.
Por otro lado, en la cercana Nablus cientos de colonos ultraortodoxos invadieron el barrio palestino de Balata para realizar rituales talmúdicos en la Tumba de José (un lugar que consideran sagrado). Esto desató enfrentamientos con los residentes (pues los colonos no tienen permitido entrar en las ciudades palestinas). Los testigos afirman que los colonos llegaron por lo menos en diez autobuses, escoltados por un gran número de soldados, que dispararon gases lacrimógenos y balas de plástico a la población de Balata. Según fuentes médicas, decenas de residentes tuvieron que ser hospitalizados/as por shock e inhalación de gases.
Para quienes vivimos en Cisjordania, y en particular en zonas como Nablus y Hebrón, estos incidentes son el pan de cada día. Cuando los palestinos protestan o se organizan para defender su tierra y sus propiedades de los ataques de los colonos, el resultado es siempre el mismo: más violencia y más represión, arrestos y heridos hospitalizados. La presencia de los soldados invariablemente es para ‘proteger’ a los colonos y unirse a ellos para agredir a los palestinos.
Ver aquí un mapa elaborado por UNOCHA en enero sobre la violencia de los colonos y el robo de tierras en Qusra y Jalud (Nablus)
Ver aquí otro mapa elaborado por UNOCHA en febrero de 2012 sobre los pueblos palestinos afectados por Yizhar (Nablus), la colonia judía ilegal más violenta de Cisjordania.
¡Y también Gaza!
El 26 de febrero los medios occidentales difundieron con gran despliegue la noticia de que la resistencia palestina había lanzado un cohete desde Gaza hacia territorio israelí, “rompiendo el alto el fuego” acordado después del último ataque de Israel (“Pilar de Defensa”) a la Franja.
Irónicamente, apenas un par de días antes el periodista británico Ben White mostraba en una infografía (ver abajo) la cantidad de ataques lanzados por cada una de las partes en estos tres meses desde el alto el fuego. Desde fines de noviembre, las fuerzas israelíes han realizado casi una agresión diaria a Gaza, a saber: 63 ataques con disparos de las tropas ubicadas a lo largo del muro que separa a Israel de la Franja; 30 ataques de la armada contra pescadores en las costas de Gaza; 13 incursiones terrestres del ejército. Como resultado, 91 palestinos resultaron heridos y 4 murieron (incluyendo menores). En contraste, los palestinos en el mismo período lanzaron 2 morteros y 0 cohete, con 0 víctimas. En el mismo período pero en Cisjordania, 6 palestinos/as fueron muertos/as y 618 heridos/as, en comparación con 0 israelíes.
White señalaba que estos datos son relevantes para ilustrar el silencio de los medios occidentales sobre las reiteradas agresiones israelíes. El patrón es siempre el mismo: para ellos los “períodos de calma” se definen por la ausencia de ataques desde Gaza hacia Israel; los de éste hacia la población palestina, no se cuentan.
Al mismo tiempo, las cifras reflejan la realidad cotidiana en Palestina y el enorme desequilibrio de poder entre el ocupante y el ocupado. Y también es importante recordar estas cifras -terminaba White- cuando Israel y sus aliados utilicen una vez más la narrativa de los “cohetes” para justificar un nuevo asalto a Gaza. “Entonces recuerden estos datos, y lo que Israel ha estado haciendo mientras –en palabras del propio cónsul israelí en Los Ángeles- “durante los últimos tres meses no ha habido ningún cohete disparado desde Gaza””. (Traducción mía del inglés).
En una línea similar, el analista Yousef Munayyer observaba que los temores de una posible intifada son vistos con preocupación por Israel y Occidente sólo por cómo podría afectar la seguridad de la sociedad israelí. El hecho de que la ocupación en sí misma es un sistema de violencia constante e intolerable, desde hace seis décadas y media, no parece preocupar al mundo. La inseguridad perpetua en que las y los palestinos viven bajo la ocupación israelí nunca es vista como crisis. “Pero en realidad, la negación del derecho a la autodeterminación a millones de personas mediante ocupación militar sí es una crisis: una crisis de derechos humanos y una catástrofe”.
Retórica vs rebelión
La retórica israelí puede seguir intentando presentarse ante el mundo como la víctima que necesita defenderse de la agresión de sus peligrosos vecinos. Pero es evidente que esa narrativa cada día funciona menos. La comunidad internacional -tanto la opinión pública como los gobiernos- sabe bien quién tiene la mayor responsabilidad por la violencia actual, y también quién la tendrá si efectivamente se produce una nueva intifada palestina.
Como dijo Hakim, un estudiante de la Universidad Politécnica de Hebrón durante el entierro de Arafat Jaradat al periodista del Palestine Monitor: “Cuando nosotros optamos por la violencia, es una reacción a la violencia de Israel. Y la nuestra no es nada comparada con la violencia de ellos. Ellos nos están matando; nuestra violencia es una reacción normal, porque ellos empezaron”. Y agregó: “Pero necesitamos nuevos líderes para una nueva intifada”.
Quizás esta última frase explica en buena medida por qué no ha estallado aún una nuevaintifada: el pueblo palestino conoce bien el costo brutal que tuvo cada uno de los alzamientos anteriores, y probablemente no quiere arriesgar más sufrimiento sin sentir que cuenta con un liderazgo fuerte y unificado capaz de conducir estratégicamente la lucha popular.
Es indudable que a nivel de las cúpulas políticas las perspectivas no son alentadoras: ni para reencauzar el tortuoso e interminable ‘diálogo’ de reconciliación entre Hamas y Fatah (una división que hace imposible cualquier proyecto de liberación nacional y debilita incluso los esfuerzos en el terreno diplomático, ambas cosas funcionales a Israel) ni menos aún para retomar cualquier posible proceso de negociaciones con la potencia ocupante. Y es que el reelecto Netanyahu (cualquiera que termine siendo la configuración de la coalición de gobierno que todavía está tratando de formar) sólo tiene un plan para los territorios ocupados: continuar con la imparable expansión colonizadora y seguir confinando a la población palestina en enclaves o bantustanes cada vez más reducidos. De hecho, ese fue el proyecto sionista desde el principio, y todos los gobiernos israelíes, de todos los partidos y tendencias, no han hecho otra cosa que ponerlo en práctica década tras década.
Por eso todo el mundo sabe de antemano que la primera visita de Obama a estas tierras no pasará de ser otro ejercicio de retórica, donde el papá contrariado volverá a rezongar al hijo malcriado –convertido en el matón del barrio- por maltratar a los vecinos… pero sabiendo que ya es demasiado tarde para intentar ponerle límites.
Habrá que ver, no obstante, hasta dónde llega la paciencia de los de abajo, que en última instancia han sido y serán siempre quienes definan el momento del “Ya basta” sin pedirle permiso a los que mandan. No deja de ser significativo que las banderas de Fatah, el mismo partido que detenta la Autoridad Palestina (tan preocupada como Israel por la amenaza de una intifada), hayan estado masivamente visibles en esta ola reciente de indignación callejera.
Ver a continuación una galería de imágenes y un video de la invasión y represión de las fuerzas de ocupación en la Explanada de las Mezquitas, el viernes de oración (8/3/13). Este tipo de ataques provocadores, muchas veces de colonos junto con policías, se suceden con frecuencia casi semanal en este lugar, el tercero más sagrado del mundo para el Islam.
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Fuentes consultadas: Al Jazeera, Al Arabiya, Maan News, Palestine Monitor, Middle East Monitor, International Middle East Media Center, International Solidarity Movement, Haaretz, Sabbah, The Daily Star, OCHA oPt.
Fuente: http://mariaenpalestina.wordpress.com/2013/03/09/pedradas-de-furia/
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