domingo, 19 de octubre de 2025

Dos años después, Israel no logra sus objetivos militares y enfrenta un aislamiento global


Israel fracasa en su ofensiva contra Gaza y enfrenta creciente aislamiento internacional tras dos años de guerra, protestas y presión legal.

Por: Zainab Zakariyah *

Cuando Israel lanzó su guerra genocida sin restricciones contra Gaza tras la operación Tormenta de Al-Aqsa liderada por el Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina (HAMAS) en octubre de 2023, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, proclamó cuatro ambiciosos objetivos militares: destruir la infraestructura y el liderazgo de la resistencia, asegurar la liberación de los cautivos israelíes y garantizar una “seguridad” permanente para los colonos israelíes.

Sin embargo, tras dos años de genocidio retransmitido en directo y con un frágil alto el fuego que entró en vigor la semana pasada, Israel no está más cerca de alcanzar la seguridad que antes del 7 de octubre de 2023.

De hecho, podría decirse que Israel es ahora más vulnerable que nunca. Se ha revelado como una entidad paria, que ignora flagrantemente el derecho internacional y el derecho humanitario. Ha dejado claro que no reconoce límites a su brutalidad y está dispuesto a lo impensable para alcanzar objetivos cada vez más inalcanzables.

A pesar del uso de una fuerza sin precedentes y de la magnitud de la agresión genocida sobre Gaza y Cisjordania ocupada, ninguna de las promesas de Netanyahu se ha cumplido.

HAMAS sigue operando y su liderazgo político permanece intacto. Muchos rehenes solo fueron liberados mediante negociaciones, y los colonos israelíes distan mucho de sentirse seguros.

En lugar de la victoria total prometida por Netanyahu, Israel se ha visto obligado a negociar, una vez más, con el mismo grupo de resistencia que intentó eliminar durante dos años.

Estas conversaciones, mediadas por Catar y respaldadas por Estados Unidos, han puesto de manifiesto una verdad incómoda: la fuerza militar por sí sola no basta para alcanzar los objetivos de Netanyahu. Una vez más, la alianza occidental liderada por Washington ha tenido que salir al rescate de la entidad sionista.



Pérdida del respaldo de la opinión pública mundial
Recientes encuestas del Pew Research Center indican que la opinión pública global ha virado drásticamente en contra de Israel y su ocupación. A pesar de la traición de ciertos gobiernos árabes e islámicos, el 90 % de la población de los países de Asia Occidental y África del Norte se opone firmemente a Israel, lo cual no sorprende.

Sin embargo, también en Europa se observa un cambio significativo, particularmente en España, Italia y Francia, donde en las últimas semanas se han desatado protestas masivas.

Pero el verdadero punto de inflexión es Estados Unidos. Las encuestas recientes revelan que el 75 % de los votantes demócratas tienen ahora una opinión desfavorable de Israel, y tras el asesinato de Charlie Kirk, cerca del 42 % de los republicanos también se muestran críticos. Las políticas de Trump, percibidas como “Israel primero” en lugar de “EEUU primero”, han decepcionado a su base MAGA [Siglas de Make America Great Again, lema trumpista que significa “Hacer a Estados Unidos grande otra vez”].

Este cambio en la opinión pública estadounidense es crítico para Israel, que ha respondido intensificando el control sobre las narrativas mediáticas. Desde Netanyahu alardeando de que aliados israelíes adquirieron TikTok en Estados Unidos, hasta el pago de hasta 7000 dólares a creadores de contenido por publicaciones a favor de Israel, pasando por la manipulación del algoritmo de X (antes Twitter) para favorecer narrativas israelíes, la manipulación mediática es generalizada.

Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp) lleva años curando contenido favorable a Israel. Muchos sistemas de inteligencia artificial han sido reprogramados para desviar preguntas críticas u ofrecer información engañosa. Un ejemplo claro es X Grok, desactivado tras generar respuestas abiertamente antisionistas.

A pesar de estos esfuerzos, las encuestas siguen mostrando que el 75 % de los demócratas desaprueban la actuación del gobierno israelí, aunque los republicanos se mantienen en un 78 % de apoyo.

Escudo occidental para la ocupación
Pese a la creciente crítica internacional y a la oposición pública generalizada, Israel sigue blindado frente a consecuencias reales, gracias, en gran parte, al respaldo de sus aliados occidentales.

El principal de ellos es Estados Unidos, que ha utilizado su influencia diplomática y su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para bloquear múltiples resoluciones de alto el fuego.

El 8 de diciembre de 2023, apenas dos meses después del inicio del genocidio, cuando el número de muertos palestinos ya superaba los 17 000, Washington vetó la primera resolución de alto el fuego. Desde entonces, ha vetado cinco intentos más, facilitando así el asesinato en directo de más de 76 000 palestinos.

Europa, siguiendo el liderazgo estadounidense, ha suavizado el lenguaje en las resoluciones internacionales y evitado condenas directas, incluso cuando muchas de las víctimas palestinas eran ciudadanos con pasaportes europeos.

Una historia compartida de colonialismo
Los gobiernos occidentales han sido durante décadas el pilar de la legitimidad internacional de Israel. Desde su fundación en 1948, el régimen sionista ha sido sostenido por ayuda financiera, asistencia militar y respaldo político procedente de Occidente.

Estados Unidos, por sí solo, ha otorgado más de 300 000 millones de dólares en ayudas al régimen, la mayor cantidad otorgada a un aliado en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial. Esto incluye un paquete anual de ayuda militar de 3800 millones de dólares, parte de un acuerdo firmado durante la administración Obama.

Más allá de la ayuda directa, Israel se beneficia de cooperación en inteligencia, sistemas de armas avanzadas, defensa antimisiles (como la financiación del sistema Cúpula de Hierro) y acuerdos comerciales favorables. Estas alianzas han permitido al régimen mantener operaciones con una mínima rendición de cuentas.

Los Acuerdos de Abraham han representado otro respaldo significativo para el régimen. Muchos de los Estados árabes implicados dependen en gran medida del apoyo militar y económico de Estados Unidos. Estos regímenes, a menudo calificados como estados cliente, priorizan las alianzas estratégicas por encima del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación.

Ahora, con la entrada en vigor de la primera fase del alto el fuego en Gaza, se revela una constante: todas estas medidas están construyendo un escudo diplomático en torno a Israel, en lugar de avanzar hacia una justicia duradera para los palestinos.

Estos llamado avances excluyen sistemáticamente las voces palestinas y a las demás víctimas del terrorismo israelí. La historia compartida de brutalidad, ocupación y colonialismo entre Israel y numerosas potencias occidentales —una historia cimentada sobre la sangre y los recursos de pueblos indígenas— ha permitido que Israel sea percibido como un socio estratégico, mientras el resto del mundo lo ve como un verdugo de la humanidad.



La rendición de cuentas legal
El derecho internacional es claro respecto a muchas de las acciones de Israel: la expansión de asentamientos en Cisjordania ocupada viola la Cuarta Convención de Ginebra; el bloqueo a Gaza constituye un castigo colectivo; y los bombardeos indiscriminados sobre áreas civiles podrían constituir crímenes de guerra.

No obstante, la aplicación de estos principios ha sido profundamente desigual. Las protestas masivas contra las políticas coloniales y genocidas de Israel se han vuelto frecuentes en las principales capitales occidentales: Londres, París, Nueva York, Berlín, Sídney y Ámsterdam.

Los campus universitarios son hoy focos de movilización constante. El boicot a empresas vinculadas con Israel ha crecido exponencialmente, y el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) ha ganado una tracción sin precedentes entre las generaciones más jóvenes, especialmente en Estados Unidos y Europa.

Aunque Israel ha operado durante décadas con una relativa impunidad, ese estatus comienza a resquebrajarse. En 2025, la Corte Penal Internacional (CPI) emitió órdenes de arresto contra Netanyahu y su exministro de asuntos militares. Varios países occidentales —incluidos España, Irlanda y Sudáfrica— han prometido públicamente ejecutar estas órdenes si los individuos señalados pisan sus territorios.

Durante visitas recientes a Estados Unidos, Netanyahu se vio obligado a desviar sus rutas aéreas para evitar sobrevolar el espacio aéreo de esos países. Por primera vez en décadas, algunas naciones occidentales están dando pasos limitados, pero significativos, hacia la responsabilidad legal. Aunque no representan aún un cambio de política estructural, sí marcan un cambio de tono a medida que aumenta la presión global. Diversas organizaciones de derechos humanos han iniciado procesos judiciales contra soldados israelíes por crímenes de guerra, señalando grietas en el escudo legal que ha protegido a Israel durante tanto tiempo.

Aislamiento global creciente
El término “paria”, antes limitado a círculos activistas, se ha normalizado en los medios de comunicación y en el discurso político. Los colonos y funcionarios israelíes enfrentan cada vez más rechazo internacional: conferencias académicas, eventos culturales y foros empresariales han sido escenario de protestas, retiradas y cancelaciones de invitaciones.

En el plano interno, Netanyahu enfrenta una oleada de problemas legales, un régimen profundamente fracturado, y casi tres años de protestas públicas sostenidas contra su cuestionado liderazgo. La propia sociedad colonial israelí está dividida no solo en torno a la guerra, sino sobre el futuro del régimen en su conjunto.

Este momento revela una contradicción profunda: Israel ha sido sostenido durante décadas por el poder político, económico y militar de Occidente, muchas veces en detrimento del derecho internacional y de los derechos palestinos. Pero ese sistema de apoyo se está resquebrajando. El mundo observa con mayor escepticismo. Las instituciones internacionales, aunque lentamente, han comenzado a actuar. Las generaciones jóvenes en Occidente —el otrora bastión del respaldo a Israel— ya no aceptan las narrativas tradicionales.

El futuro de Israel hoy es tan incierto como lo era antes del 7 de octubre. La diferencia es que el escudo protector construido por los gobiernos occidentales ya no es impenetrable. Los fracasos militares en Gaza, el rechazo diplomático, los desafíos legales y las protestas globales confluyen como nunca antes.

* Zainab Zakariyah es escritora y periodista radicada en Teherán, originaria de Nigeria.

Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.


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