jueves, 27 de diciembre de 2018

La Esencia del Sionismo: Colonialismo, Racismo y Limpieza Étnica




Por Pablo Jofré Leal

El régimen de Israel, en plena crisis política ha adelantado sus elecciones parlamentarias, lo que trae consigo serias amenazas a los países vecinos.

Israel ha adelantado sus elecciones parlamentarias para abril del año 2019, lo que trae consigo serias amenazas a los países vecinos y a la ocupada Palestina, pues los pretendientes al cargo de primer ministro tratarán de mostrar la cara más dura del sionismo frente a sus electores.
Los principales nombres a competir en la elección de abril son: el actual primer ministro Benjamín Netanyahu del Likud favorito de las encuestas y pronósticos. Avi Gabbai del Partido Laborista que sufriría un duro varapalo. El partido ortodoxo La Casa Judía, del ministro de Educación Naftali Bennett que obtendría un resultado positivo y generaría la posibilidad de integrar nuevamente una coalición con el Likud. El ex ministro de asuntos militares, el colono de origen moldavo Avigdor Lieberman, líder del partido Ultranacionalista Yisrael Beitenu y el periodista y actor Yair Lapid —ex ministro de economía de Netanyahu— jefe del opositor partido centrista Yesh Atid, que sumaría una docena de cargos con la posibilidad de sumar apoyos de otras coaliciones, que le permitan también tener opciones para formar gobierno.

En todo caso, todos ellos, cuando se trata de Palestina o las fuerzas del Eje de la Resistencia, las propuestas de sus partidos no difieren: más guerra, más poder al ejército, más construcción de asentamientos, más búsqueda de apoyo del lobby sionista en Estados Unidos. Autoridades palestinas como el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, alertó que las promesas de Netanyahu para las próximas elecciones israelíes estarán centradas en la “limpieza étnica” antipalestina, planes de desarrollo de asentamientos en Cisjordania y los proceso de judaización de Al-Quds (Jerusalén) imposibilitando la realidad de un Estado Palestino.

Yair Lapid es visualizado como un candidato fuerte, con un partido fundado en el 2012 que según las encuestas es el segundo partido en intención de voto después del Likud. Este candidato de centroderecha, marca algunos puntos de diferencia con Netanyahu, tales como la necesidad que los ultraortodoxos realicen su servicio militar, tema clave para generar la crisis en la actual administración de régimen. Otro punto es que los askenazis tenga mejores beneficios (considerando que la base de votantes de Yesh Atid es precisamente del sector judío europeo) y si consideramos algunas declaraciones emitidas un lustro atrás, incluso la posibilidad de retomar el proceso de negociaciones con Palestina, idea más lejana en pleno proceso de intensificación de ataques israelíes a Siria y los cotidianos crímenes contra el pueblo palestino.

En todo caso, cualquiera de los nombres mencionadas no significan nada positivo para el objetivo de autodeterminación del pueblo palestino. En general, son un cuadro de candidatos deseosos de presentarse ante el electorado con el discurso más racista, con mayor virulencia y agresividad contra Palestina, el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá) e Irán, en aras de conseguir los votos de los sectores más extremistas y con mayor poder dentro de esta entidad enclavada en Oriente Medio. No es extraño tal panorama, donde los discursos y propuestas más antipalestinas, que hablan de guerra y no de colaboración, que levantan la siempre vendible imagen de un pueblo judío perseguido y que se debe defender del mundo entero; son planteamientos que calan muy hondo en Israel. Una entidad donde el racismo campea a sus anchas, sobre todo en aquellos sectores que bajo una política de subsidios, apoyo estatal en educación, salud, remuneraciones entre otras prebendas, son la daga clavada en territorio palestino de Cisjordania, con creciente poder político.

Un poder que se sustenta, básicamente, en la construcción de asentamientos, conformados por 650 mil colonos extremistas, un 10 % de ellos de origen estadounidense, considerados los más violentos de una sociedad aún en pañales que ha consolidado un régimen de terror para la Palestina ocupada y vecinos como El Líbano y Siria, principalmente. Y hablo de una comunidad de judíos sionistas en pañales, porque a pesar que traten de vender una imagen de nación milenaria se suele omitir, interesadamente, que se trata de una entidad internacional reciente, creada hace siete décadas. Con período de colonización de tierras palestinas, a través de un proceso que se origina en Europa, a través de una organización de europeos adscrita a una ideología política que buscó su anclaje con el judaísmo, a partir del último cuarto del siglo XIX.
Dios es Mío
Una colonización, que bajo el marco mitológico de un supuesto retorno a tierras ancestrales —entregadas dadivosamente por una divinidad para un pueblo signado por el judaísmo como “elegido”— comienza a ser alentado por el sionismo liderado por Theodor Herzl y sus congresos, en específico el celebrado en la ciudad de Basilea, Suiza, en agosto del año 1897, donde se aprueba el denominado Programa de Basilea. Allí se entregaron las bases de actuación del sionismo y se crea la Organización Mundial Sionista: “con el objetivo de crear un hogar en Palestina para el pueblo judío. Para alcanzar este objetivo deben adoptarse las siguientes medidas: Fomentar el desarrollo práctico de Palestina mediante su asentamiento por judíos campesinos, artesanos y profesionales. Segundo, organizar la judería mediante eficientes entidades, locales y generales, conforme a las leyes de cada país. Fortalecer el sentimiento nacional y la conciencia nacionalista judía y finalmente, adoptar las acciones preparatorias para obtener de los gobiernos los consentimientos necesarios para alcanzar la meta del sionismo”. Apoyo político que se obtiene a través de la Declaración Balfour y posteriormente con el Mandato otorgado por la Sociedad de Naciones al Reino Unido.

Recordemos, que como resultado de la derrota de las potencias centrales y la desaparición del Imperio Otomano en la I Guerra Mundial, florecieron una serie de nuevos Estados nacionales y otros en ciernes, donde predominaba el elemento étnico, que implicó la ocurrencia de numerosos levantamientos, bajo el marco de las ideas ancladas en el Derecho a la Autodeterminación de los Pueblos. En ese contexto, el Reino Unido, a pesar del Mandato dado por la novel Sociedad de Naciones, entregará el territorio de Palestina al ejercicio de dominio de las estructuras coloniales bajo la influencia sionista, dando así todo tipo de apoyo y poder a la Agencia Sionista —organización creada en 1923— cambiando la estructura jurídica y permitiendo la entrada masiva de colonos judíos en Palestina, lo que generará una punta de lanza del dominio occidental sobre Oriente Medio.

En poco tiempo, miles y miles de judíos sionistas, al amparo de una ideología excluyente, llegaban de diversas partes del mundo (principalmente de Europa Central y Oriental, además de Rusia) a tierras palestinas demandando un “derecho” definido por los sionistas como natural e histórico, generando de este modo una limpieza étnica y las bases de lo que sería la conformación de la entidad israelí, centrándose en un objetivo político fundamental “asegurar una mayoría judía numérica y cualitativa, para así controlar la tierra y los recursos económicos, predominio que se refleja también en el plano político-militar, con hegemonía de la comunidad de judíos provenientes de Europa. Por esta razón, no resulta extraño que en Israel nunca haya ejercido el cargo de primer ministro una persona que no sea Askenazí”.

Un interesante trabajo del autor Alfonso Bolado señala respecto a este mito bíblico que definiría ciertos derechos divinos sobre la tierra que “curiosamente, la idea de que la Biblia da un título de propiedad a los judíos sobre Palestina no es judía: procede de la tradición protestante y está relacionada con la exégesis bíblica a partir de la libre interpretación del libro sagrado. Aparentemente, el primer texto que invita a la creación de un Estado judío en Palestina es Apocalypsis Apocalypseos (1585), del sacerdote Thomas Brightman; surgida durante las revoluciones puritanas. Con el dispensacionalismo del siglo XIX, el regreso de los judíos a “Tierra Santa” se inscribió en un proceso históricamente necesario para llegar a la segunda venida de Cristo y el fin de los tiempos. La Declaración Balfour que rubricaba la opinión del Gobierno británico, favorable a la creación de un “hogar nacional judío”, es heredera de esas corrientes de opinión”. “De forma paradójica, consigna Bolado, fueron los sionistas laicos los que con mayor firmeza se basaron en la Biblia para apoyar sus proyectos. Así, en 1919, el laico ruso Ushishkin dijo en la conferencia de Versalles: “En nombre... de los judíos de Rusia, vengo a presentar la exigencia histórica del pueblo judío: por nuestro retorno a nuestras propias fronteras, por la devolución a los judíos de la tierra que el Poder Supremo nos prometió hace cuatro mil años... Pedimos que nos restituyan aquel robo histórico”.
La Lógica Criminal del Sionismo
La racionalidad fundamentalista judía, a la hora de entender el proceso de usurpación de Palestina ha sido expresado por los autores Israel Shahak y Norton Mezvinsky en el texto “Fundamentalismo Judío en Israel” que signa el ideario criminal sustento del régimen israelí “los sionistas argumentan, que aquello que parece ser la confiscación de tierra de propiedad árabe, no es un acto de robo, sino un acto de santificación. Desde su perspectiva, la tierra está siendo redimida al ser transferida de la esfera satánica a la divina...Para promover este proceso, se permite el uso de la fuerza todas las veces que sea necesaria...El Halaka permite a los judíos que roben a los no judíos, en las situaciones en los que los judíos son más fuertes que los no judíos”.

Para completar este cuadro del ala fundamentalista judía, los rabinos de Gush Emunim —organización fundamentalista militante israelí que busca extender la autoridad de la ley judaica y establecer un Estado basado en ella— reiteran continuamente en sus prédicas, que los judíos que maten árabes no deberían ser castigados. “Basándose en el Código de Maimónides y el Halaka, el rabino Ariel declaró —según expresan en su libro Shahak y Mezvinsky— un judío que mata a un no judío está exento de ser juzgado por humanos y no ha violado la prohibición (religiosa) del asesinato... la trascendencia de esto es de un impacto máximo si se considera el amplio apoyo, tanto directo como indirecto, del que goza Gush Emunim. Aproximadamente la mitad de la población judía de Israel apoya a este movimiento”.

Yitzhak Shapira, un rabino ultraortodoxo, que además es parte de los cientos de miles de colonos que usurpan Cisjordania publicó el año 2013 un libro en el cual señala que es permitido “autorizado” a los judíos matar los “Gentiles” que “amenazan” Israel. Yitzhak Shapira, que dirige una yeshiva (centro de estudio talmúdico), precisa que hasta los bebés y los niños pueden ser asesinados “Está permitido matar a los Justos entre las Naciones, aunque no sean responsables de la situación amenazante…”. Shapira llama al asesinato apelando para ello en sus creencias basadas en lo que dice el Talmud “En cualquier situación y en cualquier caso cuando la presencia de un no-judío provoca peligro para los judíos, el no-judío puede ser asesinado…Existe una justificación para matar bebés si está claro que crecerán para dañarnos, y en tal situación se les puede dañar deliberadamente, y no sólo durante el combate con adultos”.

No resulta extraño entonces que judíos sionistas, influenciados por este tipo de prédica terrorista enarbolen sus propios argumentos criminales. Tal es el caso de la Ministra de Justicia del régimen de Netanyahu, del partido ultranacionalista Hogar Judío. Ayelet Shaked, quien afirma “Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres sin los cuales no podría atentar. Ahora todos son combatientes enemigos, y su sangre caerá sobre sus cabezas. Incluso las madres de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos. Nada sería más justo que siguieran sus pasos…” Refiriéndose a las mujeres palestinas Shaked señaló: “Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes”.

Esta perversión ha generado que miles de judíos huyan horrorizados de ese Israel creado al amparo de una ideología colonialista, racista. Tal es el caso del músico y escritor israelí Gilad Atzmon, quien tomando al pié de la letras las palabras del que fuera superviviente de los campos de concentración nazi, el profesor alemán, de religión judía Israel Shahak, en el prólogo de su libro “La Identidad Errante: la identidad judía a examen” consigna “Los nazis me hicieron tener miedo de ser judío y los israelíes me hacen tener vergüenza de ser judío”. Un Atzmon que tiene muy presente y así lo señala, que el extremismo nacionalista israelí tiene buena parte de responsabilidad en la falta de paz en Oriente Medio.

Un Gilad Atzmon, según consigna un artículo escrito al efecto, se marchó a Londres mediada la década de los 90, cansado de la radicalidad sionista y después de haber cumplido el servicio militar, en la guerra que Israel declaró al Líbano a comienzos de los 80. Su participación en aquel conflicto acabó por despejar todas sus dudas sobre la ‘identidad judía’: “Veía a palestinos por todas partes, hasta que me dije, ‘¡diablos, si es que estoy viviendo en territorio palestino!’. Fue entonces cuando decidí marcharme”. Hoy, Gilad Atzmon ya no se siente judío: “He dejado atrás la idea de pueblo elegido” planteando quemantes interrogantes a sus paisanos: “¿Cómo es que un pueblo que ha sufrido tanto y durante tanto tiempo puede infligirle tanto dolor al otro?”.

Atzmon recuerda los primeros combates contra su propio pensamiento: “Asimilé el hecho devastador de que en 1948 los palestinos no habían abandonado sus hogares voluntariamente, como se nos decía en la escuela, sino que habían padecido una brutal limpieza étnica a manos de mi abuelo y los suyos… empecé a comprender que en Israel nunca ha dejado de haber limpieza étnica, sino que, simplemente, ésta ha adoptado otras formas y empecé a admitir el hecho de que el sistema legal israelí no era imparcial, sino racista… en el verano de 1984, justo tres semanas antes de librarme del uniforme militar, nos enviaron al Líbano para una gira de conciertos. Al final de un sucio y polvoriento camino en un día de calor espantoso, a primeros de julio, llegamos al infierno en la tierra. El inmenso centro de detención estaba rodeado por una alambrada. El lugar era un campo de concentración. Los presos eran los ‘judíos’, y yo, un ‘nazi’”.

El tema del sionismo ha tenido para este cronista una especial preocupación.  Entenderlo, estudiarlo, denunciar su conducta donde el principal destinatario de las políticas de colonialismo, ocupación y apartheid que lleva implícito el sionismo, es el pueblo palestino. Una ideología, que a la par del imperialismo y el wahabismo se han convertido en uno de los mayores peligros de la humanidad. Es por ello que en general suelo publicar artículos donde denuncio a esta ideología lo que implica recibir las clásicas críticas de los militantes y simpatizantes de este mundo respecto a que dejar al descubierto su política criminal camina por la línea del antisemitismo y del antijudaismo. Nada más lejos y absurdo de la labor imperativa, que debemos tener de censurar y combatir a esta ideología cuyos fundamentos y práctica revelan una doctrina con rasgos de trastorno severo además de retorcida y siniestra.



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