Publicado en el semanario Brecha de Uruguay el 6/12/13 y reproducido por Rebelión, Palestina Libre y otros medios.
Lo que no lograron los líderes palestinos en las últimas décadas, lo está logrando el gobierno más ultraderechista en la historia de Israel: unir a todo el pueblo palestino, hoy fragmentado entre el estado judío, la Franja de Gaza, los territorios ocupados de Cisjordania, Jerusalén Este anexada ilegalmente en 1967 y la diáspora.
Campaña de ADALAH en defensa de las comunidades beduinas del Negev/Naqab víctimas de demoliciones y desplazamiento forzado: “Soy invisible porque te niegas a verme”. |
30 de noviembre: Día de la Ira contra el Plan Prawer |
Se calcula que en Israel hay más de 150 aldeas árabes “no reconocidas” por el Estado en las regiones del Naqab y de Galilea. Las mismas son consideradas ilegales por el gobierno, no figuran en los mapas y carecen de agua corriente, electricidad, teléfono, carreteras, escuelas y centros de salud. En el Naqab, las comunidades beduinas (cuyos habitantes tienen ciudadanía israelí) constituyen un 30% de la población, pero sus aldeas ocupan apenas el 2,5% de la tierra. Antes de la creación del estado de Israel, se desplazaban libremente a través del desierto; ahora, dos terceras partes de la región han sido designadas como campos de entrenamiento militar, inaccesible a la población beduina. La realidad conocida por todos es que grupos de colonos judíos de raza blanca están esperando ansiosamente que la tierra sea despejada de sus habitantes nativos para instalarse en los modernos y cómodos poblados que el Estado construirá para ellos
Campaña de ADALAH contra el Plan Prawer. |
El gobierno pretende presentar el plan[2] como una acción “humanitaria” que brindará vivienda adecuada, servicios públicos y “un futuro mejor para los niños” beduinos del Negev, permitiéndoles “integrarse a la estructura de un Estado moderno al tiempo que conservan sus tradiciones”. Pero la realidad es que ninguna de las comunidades afectadas ha sido consultada ni está de acuerdo con el traslado. Y tienen buenas razones: además de perder sus tierras, serán reubicadas en siete asentamientos superpoblados y empobrecidos donde ya otros grupos beduinos fueron concentrados hace años (por eso hay quienes hacen un paralelo con las reservaciones indígenas de EEUU).
“Hemos vivido aquí desde antes de la creación del Estado de Isarel”, declaró Maqbul Saraya (70) a Al Jazeera. “Sentimos que la democracia y la justicia de Israel no se aplican a nosotros”.
Activistas y beduinos/as protestan el 24/11/13 en la aldea de Al Sayyed contra la visita al Naqab de una comisión del parlamento israelí que estudia el Plan Prawer (ADALAH). |
En los países árabes vecinos y en varios de Europa, en Turquía, Túnez, Corea del Sur, Kuwait, Canadá y EEUU también hubo manifestaciones de solidaridad el sábado 30 para denunciar lo que se considera la operación sionista de limpieza étnica de mayor envergadura desde la Nakba de 1948. El Parlamento Europeo, el Comité contra la Discriminación Racial de la ONU (CERD) y otros organismos inter-gubernamentales han pedido a Israel que cancele el proyecto, que se convertirá en ley a fin de año. Organizaciones y redes internacionales como Amnistía Internacional, Voces Judías por la Paz, Avaaz, y por supuesto palestinas y algunas israelíes también han criticado el plan y lanzado campañas pidiendo su anulación. Más de 50 intelectuales y artistas británicos (entre ellos Ken Loach, Mike Leigh y Peter Gabriel) publicaron una carta en The Guardiancalificando la intención de Israel de desarraigar a la población beduina como “desplazamiento forzado de palestinos/as de sus hogares y su tierra, discriminación y separación”.
Porque tú niegas verme, STOP PRAWER |
En los territorios ocupados, hubo protestas en Gaza, Ramala, Jerusalén, Hebrón, Nablus. Pero quizás las imágenes más elocuentes y que tuvieron mayor difusión[3] fueron las de las localidades que se encuentran dentro de las fronteras de Israel –donde la represión tuvo el mismo exceso de violencia que en Cisjordania: gas lacrimógeno, granadas de estruendo, cañones de agua pestilente, palos y patadas policiales y decenas de arrestos. Al ver la profusión de banderas palestinas en calles, plazas y alumbrado público y de rostros envueltos en kuffieyehs, resulta difícil para quien no esté familiarizado con la geografía del país entender que las fotos de Yaffa o Haifa (ciudades costeras que eran joyas de Palestina antes de 1948 y todavía tienen una importante población árabe) fueron tomadas dentro de Israel.
Manifestantes marchan en la ciudad palestina de Yaffa, hoy un suburbio de Tel Aviv.
Lo mismo vale para la manifestación en la aldea beduina de Hura, una de las que serán afectadas por el plan: las imágenes podrían ser del Valle del Jordán o las Colinas del sur de Hebrón, territorios palestinos ocupados y sometidos a las mismas políticas de desplazamiento forzado de la población nativa para entregar sus tierras a colonos judíos. El paisaje y el pueblo que lo habita son los mismos, y el poder que los oprime también.
La policía lanza chorros de agua sobre la multitud en Haifa, ciudad costera al norte de Israel/Palestina.
En respuesta a la jornada de protesta, el ministro de Relaciones Exteriores israelí Avigdor Lieberman (un colono fanático y ultranacionalista –irónicamente emigrado de Moldavia-, que ha llamado abiertamente a anexar Cisjordania expulsando a la población palestina y a aniquilar a la de Gaza) hizo una de sus habituales declaraciones de racismo explícito: “Estamos luchando por el territorio nacional del pueblo judío, y hay quienes tratan deliberadamente de robarnos esa tierra y controlarla por la fuerza.”
Banderas palestinas en los postes de alumbrado público de Haifa durante el Día de la Ira.
Sionismo al desnudo
Quizás el ‘mérito’ mayor del Plan Prawer, más allá incluso que unir a la población palestina de todos los sectores políticos y geográficos, ha sido poner en evidencia -más que ninguna otra política israelí- la naturaleza y el programa del proyecto sionista: la expansión demográfica y territorial judía y la contención demográfica y el despojo de la población árabe nativa. El objetivo último de estas políticas perfectamente articuladas a ambos lados de la frontera internacional –no reconocida por Israel- es consolidar un régimen que muchos cientistas sociales (como el geógrafo israelí Oren Yiftachel[4]) han calificado de etnocracia.
Protesta y represión frente a la colonia israelí Bet El, en el pueblo de Al Jalazun, Cisjordania.
Al mismo tiempo, estas políticas revelan la falacia de analizar el conflicto desde el paradigma de ‘los dos estados’ o ‘las fronteras de 1967’. La realidad es un único Estado que, al definirse como judío, requiere para preservar su pureza etno-religiosa eliminar por todas las formas posibles la amenaza demográfica que constituye la población no judía. Eso incluye no sólo robo de tierras, colonización, limpieza étnica y apartheid hacia los palestinos, sino también expulsión masiva de los inmigrantes africanos.
La policía dispara gases lacrimógenos apuntando al rostro, cerca del pueblo de Hura, en el Naqab.
Ese Estado no reconoce otras fronteras que la totalidad de la mítica “tierra de Israel” bíblica y no está dispuesto a cederla a sus habitantes no judíos. No lo estuvieron los primeros líderes sionistas ni lo están los actuales. Todo lo demás –incluida la industria del proceso de paz- es discurso para consumo mediático occidental.
Beduinos y activistas cantan consignas y despliegan pájaros de papel sobre la ruta 31, cerca de Hura.
No menos importante, o más, es la cuestión de la integridad del pueblo palestino. Realidades como el Plan Prawer muestran la omisión que implica reducir la cuestión palestina a los 4 millones que hoy viven en Cisjordania y Gaza en menos del 20% de su territorio original. Tan injusto como excluir de cualquier solución a los seis millones de refugiados/as dispersos por el mundo es olvidar al millón y medio de palestinas/os que viven dentro de Israel (20% de la población), expuestos a más de 55 leyes de apartheid y políticas de exclusión y desplazamiento por el afán ilimitado de judaización. Mientras no cambie la naturaleza de ese régimen colonial y racista, no habrá paz justa ni duradera –y menos democracia- en esa tierra violada.
La policía reprime la manifestación frente a la Puerta de Damasco, en Jerusalén Este ocupada.
Con información de Harriet Sherwood en The Guardian:http://www.theguardian.com/world/2013/dec/01/israel-negev-bedouins-day-of-rage
Más información sobre la resistencia al Plan Prawer en: http://972mag.com/special/prawer-plan-to-displace-bedouin/
Ver una galería de fotos sobre el Tercer Día de la Ira en: http://972mag.com/photos-day-of-rage/82813/
Ver aquí video de 15′ de ADALAH: “From Al-Araqib to Susiya”, que ilustra la política de limpieza étnica israelí desde el Naqab hasta las Colonias del Sur de Hebrón:
[2] Este video de propaganda se ha colocado en los sitios web de las embajadas israelíes en el mundo:https://www.youtube.com/watch?v=bBr4gY4MPPI
[3] Ver por ejemplo el sitio del colectivo fotográfico Activestills.org.
[4] “Etnocracia. Políticas de tierra e identidad en Israel/Palestina” (Bósforo-Paz con Dignidad, Madrid. 2011).
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