Eduardo Luque
La corta guerra contra Gaza que se ha producido estos días evidencia la debilidad de Israel. Mientras en la Franja de Gaza, el nuevo alto el fuego y la dimisión del ministerio de defensa Avigdor Lieberman ha sido festejada como una victoria, los colonos de los territorios ocupados quemaban neumáticos en señal de protesta: quieren una nueva guerra, anhelan más territorio y el extermino de la población palestina.
La resistencia palestina ha puesto en contradicción al propio gobierno de Netanyahu, a costa de pagar un precio enorme. Las manifestaciones de los viernes de la Ira se han cobrado centenares de muertos, miles de heridos de bala. A comienzos de noviembre, las entidades palestinas acordaron reducir el nivel de “violencia”: dejarían de acercarse a la frontera y no quemarían neumáticos así como evitarían el lanzamiento de globos incendiarios, a cambio de la entrada de combustible en la Franja, el pago de salario a 23,000 empleados (financiado por Qatar) y la ampliación en unas millas la zona de pesca para los barcos palestinos. No se pretendía alcanzar más que acuerdos puntuales que pudieran beneficiar a los dos partes.
En autobús incendiado después de ser alcanzado por un misil antitanque disparado desde el enclave palestino |
En una situación tan compleja el ministro de defensa israelí, el ultra-ultra Avigdor Lieberman, decidió romper la baraja iniciando una provocación en territorio de la Gaza ocupada. El domingo 11 un comando de las fuerzas especiales israelitas penetró en la zona controlada por Hamas rompiendo el alto el fuego. El grupo fue descubierto, se producen muertos por ambos lados. La acción queda abortada. La retirada del comando se hace bajo fuego de cobertura. En pocas horas la situación escala. Se inician los bombardeos aéreos. La fuerza aérea israelí destruye la estación de televisión Al-Aqsa en la ciudad de Gaza después de notificar a los palestinos su intención. El edificio de la televisión es destruido aunque sigue emitiendo minutos después. Parece que los tanques apostados previamente en la frontera van a iniciar la invasión tal como pretendía Lieberman. Hamas responde con un diluvio de misiles (más de 500 en 25 horas) muchísimos más que en los 54 días de guerra en 2014) pero solo un 30% son destruidos en vuelo por las defensas antiaéreas. Israel acaba reconociendo que el rango de estos cohetes puede alcanzar Tel Aviv. Nuevamente las defensas antiaéreas denominadas “puño de hierro” son un fracaso. Son muy ineficientes y encima extraordinariamente caras, cada misil antiaéreo vale 65.000 dólares, mientras que un cohete palestino escasamente vale un centenar. Muchos cohetes alcanzan sus objetivos en los asentamientos sionistas de Ashkelon, Netivot y Sderot. Decenas de miles de personas han de refugiarse, hay muertos y heridos en la población civil. La aviación hebrea reconoce que solo ha destruido dos lanzadoras de cohetes (un nuevo fracaso). Los palestinos han aprendido a camuflar su armamento y a utilizarlo a distancia. Se filtra en diarios israelíes que la resistencia en la Franja de Gaza puede tener almacenados cerca de 20.000 cohetes. Hamas realiza una nueva demostración. El lunes día 12 destruye un autobús militar con un misil antitanque tipo Kornet (ATGM), la pesadilla de los carros blindados merkava. El tirador esperó a que el autobús quedara vacío demostrando dos cosas: la primera que Hamas no deseaba una escalada, la segunda que tenía medios, en todo caso, para golpear duramente a Israel. El 14 de noviembre se da a conocer un nuevo golpe de la resistencia. Un grupo de soldados son sorprendidos en la propia frontera. Al descolgar una bandera-trampa palestina se produce una explosión y mueren o quedan muy mal heridos seis. Hamas se permitió grabar la escena desde diversos ángulos. Hay un hecho relevante, todas las facciones palestinas colaboraron estrechamente, se había creado un comando central conjunto que dirigió todas las operaciones. Ninguna organización en particular, como sucedía antes, reivindicó los lanzamientos ni los ataques. Un nuevo fracaso para Israel se desprende de todo esto, el terrible asedio al que se somete a la población, no ha impedido que la Jihad Islámica, Hamas y otros grupos adquirieran más armamento y más sofisticado.
Israel no ha querido subir la apuesta; no quiere otra guerra contra Gaza. Los palestinos en Gaza están unidos. La resistencia a pesar de los enormes sacrificios está viva y tiene nuevas capacidades y sorpresas para Israel. La frontera nord-occidental israelita está sellada por los sistemas de defensa sirios. Ha de pensar y mucho su intervención en el Líbano, Hezbollah es un rival a temer. Los nuevos amigos, como Arabia Saudita o los Emiratos Árabes Unidos, son muy inestables y débiles. El movimiento de boicot, desinversión y sanciones contra Tel Aviv, por practicar el apartheid está socavando su imagen internacional. Para Israel el tiempo de la Impunidad ha pasado, está quedando atrás.
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